Evoluti�n - segunda parte: �pocas de la evoluci�n

por John Davy

Traducido por Mar�a Teresa Guti�rrez

El art�culo anterior estaba principalmente dedicado al an�lisis de las actuales ideas �neo-Darwinistas� sobre la evoluci�n y a su relaci�n con la imagen de la evoluci�n que surge de las ense�anzas de Rudolf Steiner. Trat� de se�alar c�mo se pueden resolver algunas de las aparentes contradicciones, y de bosquejar los tipos de conceptos evolutivos que surgen entonces.

Este art�culo est� pensado como una secuela del primero, aunque est� escrito desde un punto de vista muy diferente. La explicaci�n que da Rudolf Steiner sobre la evoluci�n de la tierra y del hombre incluye muchas descripciones detalladas de cambiantes condiciones de la conciencia, de las actividades de diversos seres espirituales, de las diferentes interrelaciones entre los componentes espirituales y f�sicos del hombre durante la evoluci�n, etc. Pero da solamente muy escuetos indicios acerca del aspecto f�sico del desarrollo, y pistas apenas esbozadas sobre c�mo se encuadran dentro del esquema los animales actuales y el vasto espectro de formas f�siles extintas. El prop�sito del presente art�culo es desarrollar este tema un poco m�s.

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Los ge�logos clasifican a las rocas que contienen f�siles en tres grandes divisiones, seg�n la naturaleza de los f�siles que se encuentran en ellas. Estas divisiones son: el Paleozoico �rocas que contienen antiguas formas de vida; el Mesozoico ��vida media�; y el Cenozoico �rocas que contienen formas recientes de vida. En t�rminos generales, los restos de animales invertebrados y de peces primitivos dominan los estratos paleozoicos; los restos de reptiles dominan los estratos mesozoicos, y los restos de mam�feros dominan la primera parte de los estratos cenozoicos (los estratos terciarios). S�lo en los �ltimos estratos cuaternarios, despu�s de la gran Edad de Hielo[1] , se encuentran restos f�siles� del hombre tal como es hoy.

La siguiente tabla� muy simplificada (le�da de abajo hacia arriba) resume lo arriba expresado:

 

 

 

 

CENOZOICO

 

 

Cuaternario

 

Aparece el hombre

Edad de hielo

 

 

Terciario

 

�Edad de los mam�feros�

 

 

MESOZOICO

Cret�ceo

 

�Edad de los� reptiles�

Jur�sico

Tri�sico

 

 

PALEOZOICO

P�rmico

 

 

�Edad de los peces�

Carbon�fero

Dev�nico

Sil�rico

Ordov�cico

C�mbrico

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PREC�MBRICO�� ������������������������������� ����Ausencia de restos f�siles

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Entre estos grandes grupos de animales, hubieron diversos otros grupos intermedios. Por ejemplo, hacia fines del Paleozoico, especialmente durante el periodo Carbon�fero, abundan restos de todo tipo de criaturas anfibias a mitad de camino entre pez y reptil. Durante la segunda mitad del Mesozoico y al comienzo del Cenozoico, se encuentran diversos reptiles semejantes a mam�feros y curiosas formas de mam�feros primitivos. Estas �pocas geol�gicas son relativamente simples en comparaci�n con la complicada serie de etapas evolutivas descriptas por Rudolf Steiner, pero resultar� �til tratar de ver c�mo se conectan las dos secuencias. En primer lugar, el Dr. Steiner se refiere a tres �encarnaciones planetarias� que precedieron a la actual tierra; las llama �Antiguo Saturno�, �Antiguo Sol� y �Antigua Luna�. Entre cada una de estas encarnaciones, la creaci�n volvi� por un tiempo a una existencia puramente espiritual.

����������� El actual sistema solar puede ser considerado como la cuarta encarnaci�n de los cuerpos c�smicos que se han desarrollado a trav�s de estas etapas.

����������� El hombre mismo, as� como tambi�n los animales, las plantas y los minerales, no son simplemente producto de la evoluci�n sobre esta tierra, sino que participaron tambi�n de las etapas previas. El cuerpo f�sico del hombre, seg�n Rudolf Steiner, comenz� su evoluci�n en el Antiguo Saturno.� El cuerpo et�rico, que le confiere a su sustancia f�sica la capacidad de crecimiento y reproducci�n, empez� a desarrollarse en el Antiguo Sol. Su cuerpo astral, portador de sentimientos y pasiones, comenz� su evoluci�n en la Antigua Luna. El n�cleo espiritual individual del hombre, su Yo, reci�n acaba de empezar su evoluci�n, y el sentido fundamental de la actual encarnaci�n planetaria �la etapa de la Tierra �es permitir al Yo comenzar a transformar a los tres miembros m�s antiguos para poder llegar a manifestarse en ellos plenamente.

����������� En la tierra, los minerales tienen �nicamente cuerpo f�sico y, por lo tanto, se encuentran en una etapa comparable a la etapa evolutiva del hombre en el Antiguo Saturno. (Dice el Dr. Steiner que si los minerales pudieran hablar, nos dir�an sobre las condiciones en el Antiguo Saturno. Poseen, por as� decirlo, una conciencia propia del Antiguo Saturno). De manera similar, las plantas tienen cuerpo f�sico y cuerpo et�rico, y una conciencia propia del Antiguo Sol. Los animales tienen cuerpo astral, et�rico y f�sico, y una conciencia reminiscente de la que pose�a el hombre en la Antigua Luna. �nicamente el hombre posee un Yo individual que se encarn� sobre la tierra.

����������� Pero, en otro sentido, los actuales minerales, duros y s�lidos, son verdaderamente producto de la presente fase de evoluci�n. En el Antiguo Saturno, dice el Dr. Steiner, la materia no lleg� a ser material en el sentido que ahora le damos; se condens� a partir de una condici�n puramente espiritual y adquiri� un estado que Steiner describe como de calor sutilmente diferenciado. En el Antiguo Sol se lleg� a una especie de estado gaseoso; en la Antigua Luna, a un estado l�quido; la sustancia s�lida tal como la conocemos ahora es producto de la fase Tierra de la evoluci�n. Pero al hablar de �gas� o �l�quido�, es importante tener presente que se trata s�lo de una analog�a. Para nosotros hoy gas significa algo tan s�lidamente f�sico como las piedras o las rocas, pero muy finamente disperso. Debemos imaginar al �gas� del Antiguo Sol, o al �l�quido� de la Antigua Luna como impregnado de poderosas fuerzas espirituales, y al planeta entero como un inmenso ser viviente.

La actual fase terrestre comenz� con una especie de recapitulaci�n de las etapas anteriores y la sustancia misma pas� por esas condiciones previas. As� como el ser humano pasa por etapas embrionarias y s�lo gradualmente llega a desarrollar un esqueleto verdaderamente duro a�os despu�s del nacimiento, de la misma manera el actual cuerpo mineral de la tierra se desarroll� gradualmente a trav�s de diversas etapas �embrionarias�, en las que la condici�n de su sustancia era muy diferente de lo que es ahora.

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Rudolf Steiner describe cinco grandes etapas evolutivas de la tierra hasta el presente. Las denomina: Polar, Heperboria, Lemuria, Atl�ntida y Post-Atl�ntida (en la que estamos nosotros).

La �poca Polar comenz� de manera parecida al Antiguo Saturno, con una especie de condensaci�n, dentro del entorno c�smico, de un cuerpo planetario compuesto de �calor diferenciado�. Este cuerpo conten�a dentro de s� al actual sol, luna, tierra y a todos los dem�s planetas. Durante la �poca Hiperboria continu� la condensaci�n, lo que dio origen a un cuerpo compuesto por aire impregnado de luz y calor. Al mismo tiempo, los planetas exteriores(*) �Saturno, J�piter y Marte �se separaron del cuerpo madre, que sigui� conteniendo al sol, la tierra, la luna, Mercurio y Venus. En el final de la �poca Hiperboria, la tierra, conteniendo a�n a la luna, se separ� del sol. (2)

����������� La tierra en la �poca de Lemuria fue escenario de numerosos sucesos de enorme significado para la humanidad. Lleva su tiempo acostumbrase a las descripciones del Dr. Steiner, puesto que el aspecto de la tierra en esa �poca era sumamente extra�o. Pero, a diferencia de la �poca Polar y de la Hiperboria, la �poca de Lemuria es la primera que ha dejado restos f�sicos concretos que pueden ser estudiados y, por lo tanto, es, en cierta forma, m�s accesible a nuestra comprensi�n.

����������� Debemos imaginar a la tierra en los albores de la �poca de Lemuria como un enorme cuerpo viviente de forma aovada, mucho m�s grande de lo que es, compuesta de l�quido impregnado de aire y calor. La materia m�s densa ten�a una condici�n coloidal o de �aerosol�. Gradualmente el centro de la tierra comenz� a diferenciarse de la periferia, y se empezaron a condensar all�, en particular, metales pesados como el hierro y el niquel. El actual n�cleo met�lico pesado de la tierra viene de esa �poca.

����������� Sobre este n�cleo interno comenz� a caer una �lluvia de s�lice�, en palabras del Dr. Steiner, proveniente del l�quido circundante impregnado de aire y calor, que se fue asentando y dio inicio a la formaci�n de la corteza terrestre. Este tipo de sedimentaci�n proveniente de la atm�sfera ardiente, vaporosa, acuosa y viviente continu�, en mayor o menor grado,� durante toda la �poca de Lemuria, y a este proceso se debe gran parte de los estratos geol�gicos que hoy conocemos. Las rocas pre-c�mbricas, c�mbricas , ordov�cicas y sil�ricas se formaron en la primera parte de la �poca de Lemuria, pero hay que tener presente que ten�an una consistencia muy diferente �coloidal y �espumosa� al principio, luego gelatinosa, y m�s tarde cerosa y c�rnea � y que a�n estaban �vivas� en cierta medida e iban �muriendo� para convertirse, en una etapa muy posterior,� en los minerales tal como los conocemos hoy.

����������� A un ge�logo ortodoxo todo este cuadro le habr� de parecer, por supuesto, sencillamente fant�stico �pero esto se debe en gran parte a que los cient�ficos se han acostumbrado a la premisa de que las �leyes de la naturaleza�, y las condiciones f�sicas a las que ellas se aplican, son eternas e inmutables. Pero no existe ninguna evidencia especial que apoye esta premisa metaf�sica, y se allanar�a el camino para una concepci�n mucho m�s sutil y din�mica de la evoluci�n si la ciencia ortodoxa se aviniera a considerar la idea de que no s�lo las plantas y los animales, sino toda la tierra, la materia de la cual est� compuesta, las leyes f�sicas mismas, han estado sujetas a la evoluci�n. Si se mira la pared de un barranco que contenga estratos de rocas que parecen haber sido retorcidos como plastilina, se vuelve casi imposible creer, como lo pretende la geolog�a ortodoxa, que, simplemente,� la dura roca com�n y corriente fue plegada lentamente por enormes presiones hasta adquirir tales formas.� Es mucho m�s f�cil, al menos para el observador inexperto, imaginar un tiempo en el que las rocas ten�an una consistencia m�s de caramelo blando, y toda la superficie de la tierra era mucho m�s activa y flexible.(3)

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Los estratos conocidos� como Carbon�fero, P�rmico y Tri�sico pertenecen al per�odo medio de la �poca de Lemuria. Durante este periodo, seg�n Rudolf Steiner, ocurri� un hecho sumamente importante �la separaci�n de la luna de la tierra. En la zona de la tierra donde hoy se encuentra el Oc�ano Pac�fico, se produjo una especie de repliegue de la corteza terrestre y se form� un nuevo cuerpo planetario, que luego fue expulsado para convertirse en lo que es hoy la luna. En este cuerpo se concentraban todas aquellas sustancias y fuerzas que hab�an propendido a hacer que los procesos de solidificaci�n y endurecimiento de la tierra fueran demasiado r�pidos. La salida de la luna dej� una enorme �herida� en la tierra, y muchas de las conmociones del periodo fueron causadas por el intento de la corteza terrestre de �crecer� desde el polo occidental para �sanar� esa herida. Toda la cuenca del Pac�fico est� hoy rodeada de cadenas monta�osas que dan testimonio de este proceso, y la constante actividad volc�nica y los abismos colosales que a�n existen en el suelo del Pac�fico demuestran que la herida a�n no ha sanado.(4)

����������� Por la constante �precipitaci�n proveniente de la atm�sfera coloidal, se form� gradualmente sobre la tierra una superficie caliente y acuosa, en la que flotaban islas de material m�s denso. El n�cleo de material candente y denso constantemente irrump�a a trav�s de la delgada corteza. La atm�sfera misma estaba a�n muy saturada de agua, pero lentamente se iba haciendo cada vez menos densa.

Las regiones pantanosas de los tr�picos de hoy son una suerte de eco de las condiciones imperantes durante la parte final de la �poca de Lemuria, luego de la partida de la luna. Pero debemos imaginar todo lo mineral en un estado m�s pl�stico, temperaturas m�s altas, el aire a�n m�s denso y, todo el tiempo, actividad volc�nica, a menudo de proporciones descomunales. Sobre todo, debemos recordar que la materia toda estaba a�n mucho m�s �ntimamente entramada con fuerzas espirituales. La �poca de Lemuria lleg� a su fin cuando el continente lem�rico �que ocupaba aproximadamente el lugar del actual Oc�ano �ndico �fue destruido por el fuego de una cat�strofe volc�nica, y el principal escenario de la evoluci�n, en lo que concierne a la humanidad, pas� a ser la Atl�ntida, ubicada donde hoy se encuentra el Oc�ano Atl�ntico.

El comienzo de la �poca atlante coincide aproximadamente con el comienzo del Terciario. Durante este periodo la corteza terrestre se hizo gradualmente mucho m�s s�lida; disminuy� la actividad volc�nica y la atm�sfera, aunque a�n muy acuosa seg�n nuestros actuales par�metros, gradualmente se volvi� m�s clara. Durante las �ltimas fases de la �poca Atlante, partes de la tierra empezaron a enfriarse, y avanz� la Edad de Hielo. La Atl�ntida misma fue destruida por una cat�strofe acu�tica y pertenece ahora al lecho del Oce�no Atl�ntico.

Para ese entonces, los glaciares que hab�an cubierto la mayor parte del norte de Europa estaban retrocediendo; el fin de la Edad de Hielo marca la transici�n entre la �poca de Atl�ntida y el primer periodo de la �poca post-atlante. Por fin, las condiciones sobre la tierra se hab�an vuelto muy similares a las de hoy.

Esta es una rese�a muy simplificada de una serie muy complicada de eventos, pero entrar en m�s detalles har�a a este art�culo demasiado largo. El siguiente cuadro es una amplificaci�n del cuadro anterior.

 

 

 

 

CENOZOICO

 

Cuaternario

 

�poca post-atlante

 

Hombre actual

Edad de Hielo

 

 

Terciario

 

�poca de Atl�ntida

 

Mam�feros

 

 

 

 

 

MESOZOICO

 

Cret�ceo

 

 

 

 

 

�poca Lem�rica tard�a

 

 

 

 

Reptiles

 

 

 

Jur�sico

 

 

Tri�sico

 

 

Diferenciaci�n y partida de la luna (4)

 

 

 

 

PALEOZOICO

P�rmico

 

Lemuria media

 

 

 

 

Peces

Carbon�fero

Dev�nico

Sil�rico

 

Lemuria temprana

Ordov�cico

C�mbrico

 

Comienza la geolog�a

 

 

Condensaci�n hasta el estado de l�quido impregnado de aire y calor

 

 

Hiperboria

 

Condensaci�n hasta el estado de aire impregnado de calor

 

 

Polar

 

Existencia puramente espiritual

 


Cuando observamos el inmenso panorama de estratos geol�gicos y de animales f�siles, junto con los animales que hoy existen y conocemos, se nos imponen varias preguntas importantes. Para comenzar, �por qu� un grupo determinado de animales vertebrados aparece asociado con cada una de estas divisiones geol�gicas (que corresponden, al mismo tiempo, a las etapas evolutivas de Steiner)? �Cu�l es el significado de la �Edad de los peces�, la �Edad de los reptiles�, etc.? �Por qu� son hoy los mam�feros y las aves los vertebrados dominantes (a excepci�n del hombre), en lugar de los reptiles y los anfibios?

Los restos f�sicos de la evoluci�n pasada reflejan procesos evolutivos espirituales y c�smicos que ten�an lugar al mismo tiempo. Las series de animales f�siles reflejan �pero s�lo reflejan �los procesos evolutivos que prepararon un cuerpo f�sico en el que pudiera encarnarse el Yo del hombre. �C�mo, entonces, se reflejan los sucesos espirituales que tuvieron lugar durante las �pocas descriptas por el Dr. Steiner en los sucesos f�sicos que hemos estado considerando?

La sucesi�n de pez-reptil-mam�fero-hombre es en s� misma sugestiva. El pez vive suspendido en el agua. Depende del mar para todo �para moverse, comer y respirar; el mar cuidad de sus huevas; su comportamiento est� �ntimamente ligado con las cosas que suceden a su alrededor en el agua. La conciencia de los parece estar dispersa en una especie de profundo sue�o acuoso a trav�s del oc�ano; el pez posee muy poca o ninguna vida an�mica propia. Los peces est�n unidos con su entorno, entregados y abandonados a �l.

El reptil respira aire. Tiene extremidades sobre las que se sostiene, y cierto tipo de p�rpados, con los cuales puede bloquear las impresiones del ambiente. Est� a�n ligado al ambiente de muchas maneras �si hace fr�o, se enfr�a, y muchos reptiles dependel del calor del sol para incubar sus huevos. Pero el reptil parece tener una vida interior m�s separada del ambiente que el pez; existe otro tipo de acci�n y reacci�n entre la criatura y sus alrededores.

Si se observan los esqueletos f�siles de los reptiles mesozoicos, se puede leer algo del �car�cter� de las distintas formas: los feroces carn�voros, de mand�bulas predadoras y poderosas extremidades; el inmenso y pl�cido Diplodocus �versi�n reptil de la vaca; los delicados reptiles voladores con aspecto de ave, etc. Es cierto que los peces f�siles primitivos tambi�n pueden parecer muy feroces o fant�sticos. Pero esta impresi�n no deriva de sus esqueletos internos, de los cuales poco se sabe en muchos casos, puesto que era cartilaginoso y ha dejado pocas huellas f�siles. Sus �expresiones� provienen mayormente de la elaborada armadura de placas de distinto tipo que cubr�a a muchas de estas formas primitivas de pez. En esto tambi�n, uno tiene la sensaci�n de que el �car�cter� del pez de alguna manera est� �impreso� sobre �l desde afuera.

����������� El mam�fero es de sangre caliente. Puede mantener su propio mundo de calor, cosa que el reptil no puede. Puede reproducirse sin casi ninguna ayuda del ambiente, y, con su laringe, puede producir una abundancia de sonidos, mientras que el reptil s�lo puede producir, en el mejor de los casos, siseos o tamborileos mec�nicos.

As�, pues, el pez es una criatura de agua; el reptil �conquista� la tierra firme con sus extremidades y el aire con sus pulmones. Los mam�feros �conquistan� el elemento de calor, y, en cierta medida, pueden expresar sus experiencias con sonidos.

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�Qu� sugiere esta sucesi�n de �animal de agua�, �animal de aire� y �animal de calor� desde la perspectiva de las ense�anzas de Rudolf Steiner? El elemento acuoso puede ser considerado como una especie de puerta por la que pueden ingresar la fuerzas et�ricas al mundo f�sico. Las semillas comienzan a crecer cuando se las humedece, y los cuerpos f�sicos de todas las cosas vivientes contienen m�s que nada agua. De la misma manera, el aire es, en un sentido, la puerta de ingreso para las fuerzas astrales. El aire lleva los gritos de los animales que expresan sus dolores y placeres. Nuestra respiraci�n es especialmente sensible a nuestros sentimientos y pasiones. La vida an�mica de todo el planeta se expresa en los vientos y las manifestaciones clim�ticas que se arremolinan sobre la superficie de la tierra. La atm�sfera es, en cierto sentido, la expresi�n f�sica del cuerpo astral de la tierra.

����������� El elemento de calor introduce las fuerzas del Yo en el mundo. Hablamos de la �calidez� de la personalidad de alguien. [En ingl�s] tambi�n se usa la expresi�n �cold fish� [pescado fr�o] para referirse a una persona cuyo Yo no se vuelca hacia el mundo al encuentro de otras personas.

����������� Creo, entonces, que debemos tomar a la �Edad de los peces�, la �Edad de los reptiles� y la �Edad de los mam�feros� como el reflejo de la relaci�n cambiante y en evoluci�n entre los cuerpos f�sico, et�rico y astral, y el Yo del hombre mismo. Para los albores de la �poca de Lemuria, se hab�a ya desarrollado una tenue vestidura f�sico-et�rica para el hombre, formada en la atm�sfera ardiente y vaporosa desde la que gradualmente se estaban condensando las partes m�s s�lidas de la tierra. Los componentes astral y del Yo del hombre continuaban a�n en una condici�n m�s puramente espiritual rondando la periferia de la tierra. Cuando esa tenue vestidura era asida por seres que estaban demasiado ansiosos, por as� decirlo,� por unirse con el elemento s�lido de la tierra que estaba comenzando a emerger, empezaron a aparecer formas primitivas de peces, que nadaban en las partes m�s densas de la atm�sfera acuosa y ardiente de la tierra (todav�a no hab�a ocurrido la separaci�n entre aire y agua). De ese modo, el pez perdi� la oportunidad de comenzar a incorporar fuerzas astrales m�s �ntimamente.

����������� Gradualmente surgi� algo as� como tierra s�lida �pero a�n muy pl�stica e impregnada de fuerzas de vida �y, en la atm�sfera, se comenz� a separar una parte menos densa, caliente, gaseosa y humeante de la parte m�s densa y acuosa. Las fuerzas astrales estaban empezando a penetrar en el cuerpo de la tierra y en la vestidura f�sico-et�rica del hombre. Los cuerpos humanos de esa �poca viv�an en la espesa atm�sfera lem�rica, a medias flotando y a medias volando. Deben haber tenido un aspecto grotesco, as� como es grotesco el aspecto de un embri�n, y su apariencia era sin duda de reptil. (El Dr. Steiner describe el cuerpo f�sico del hombre de mediados de la �poca lem�rica como muy parecido a un �drag�n de cuerpo blando�.) En la fauna reptil del Mesozoico podemos encontrar la manifestaci�n de seres que arrebataron la sustancia humana f�sico-et�rico-astral para descender inmediatamente a la existencia material, creando as� formas en las que quedaron, por as� decirlo, prisioneros, sin oportunidad de desarrollarse m�s.(5)

����������� Existe, sin embargo, otro aspecto esencial del proceso evolutivo que debemos considerar (aunque sea breve e inadecuadamente) en este punto. Seg�n el Dr. Steiner, la partida de la luna en la mitad de la �poca de Lemuria tuvo clara relaci�n con lo que denominamos la �Ca�da del Hombre�. La Ca�da se produjo cuando ciertos seres espirituales �los seres Lucif�ricos �ingresaron a la naturaleza astral del hombre y lograron dotarla de una cierta independencia de los seres superiores que hasta entonces la hab�an guiado. Debido a esto, el hombre adquiri� una astralidad desenfrenada y fogosa que su Yo era demasiado joven para controlar. Esta astralidad descontrolada se refleja en los reptiles mesozoicos, con su aspecto a menudo terror�fico y turbulento. (6)

����������� La influencia lucif�rica tambi�n tuvo el efecto de arrastrar al hombre a una conexi�n m�s cercana con las fuerzas ardientes, o astrales, de la tierra, y lo hizo, as�, �caer� desde las regiones de las nubes a la superficie de la tierra. La partida de la luna puede interpretarse como una necesaria influencia en sentido contrario al de estos sucesos. Al reducir las fuerzas de la gravedad y del endurecimiento, le permiti� al hombre tomar una postura erecta, liberando as� sus manos para el trabajo creativo, tambi�n retardar el endurecimiento de su cuerpo f�sico hasta que estuviera suficientemente desarrollado para albergar al Yo. Mientras la humanidad viv�a en forma f�sico-et�rico-astral en la turbulencia volc�nica de Lemuria, donde las fuerzas astrales estaban descontroladas, el Yo humano pudo contenerse, por as� decirlo, y no involucrarse con la existencia f�sica hasta comienzos de la Atl�ntida. (La cat�strofe volc�nica que destruy� a Lemuria fue causada, dice el Dr. Steiner, por la descarga de fuerzas astrales que el hombre no pudo controlar.)

����������� La adopci�n de una postura erecta por parte del hombre tambi�n est� reflejada en los reptiles. Durante la etapa media del Mesozoico, surgieron muchas formas que caminaban o corr�an en dos patas, y ten�an una postura casi erecta. Pero en la segunda mitad de esta �poca, ocurri� algo particularmente interesante. Por un lado, los reptiles fueron dominados nuevamente por la gravedad y volvieron a bajar a las cuatro patas �algunos incluso volvieron al agua, como los cocodrilos. Al mismo tiempo, algunas formas parecen haber ganado cierta libertad de la gravedad, y diversos reptiles voladores, con aspecto de ave, junto con las primeras aves primitivas, aparecen en el registro f�sil.

����������� Para finales del Mesozoico �que es tambi�n el final de Lemuria �se hab�a producido algo parecido a la actual divisi�n entre tierra firme, mar y aire, aunque �en comparaci�n con las condiciones que hoy conocemos� la tierra era mucho m�s blanda y h�meda, el agua mucho m�s espesa, y el aire mucho m�s acuoso. En este momento pod�a comenzar la verdadera tarea de la evoluci�n terrestre �el descenso gradual del Yo al medio f�sico. Gradualmente se prepar� al veh�culo f�sico-et�rico-astral para recibirlo. En el portentoso panorama de animales f�siles del periodo Terciario, desde los as� llamados reptiles mamiferoides hasta los simios, podemos ver un remoto reflejo de este proceso. Remoto, porque los seres que se manifestaron en los mam�feros del periodo atlante-terciario se hab�an separado de la corriente evolutiva humana ya en el Mesozoico, y hab�an entonces renunciado a la posibilidad de dar alguna vez plena manifestaci�n al elemento del Yo en el mundo f�sico. No obstante, los animales de sangre caliente representan un intento de incorporar al Yo �pero un intento que se qued� a mitad de camino.

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����������� Para finales de la �poca atlante, el veh�culo f�sico humano hab�a alcanzado un nivel en el que pod�a comenzar a recibir el Yo plenamente, y el que se hab�a mineralizado lo suficiente como para dejar restos f�siles. (Esta es una descripci�n muy simplificada. En su libro �Der Mensch der Eiszeit und Atlantis�, Sigismund von Gleich rastrea la conexi�n entre algunas de las formas f�siles del �hombre primitivo� y las posteriores razas atlantes. Pero entrar en este tema requerir�a demasiado espacio.)

����������� Pero la descripci�n se puede ampliar un poco desde otro aspecto. Como hemos visto, los cuerpos f�sico, et�rico y astral del hombre comenzaron su evoluci�n en el Antiguo Saturno, en el Antiguo Sol y en la Antigua Luna respectivamente. Cuando comenz� la etapa de la Tierra, estos elementos ya exist�an, en cierto sentido, como �Ideas� espirituales. Las tres primeras fases evolutivas de la Tierra �Polar, Hiperboria y Lemuria� fueron recapitulaciones del Antiguo Saturno, del Antiguo Sol y de la Antigua Luna, necesarias para adaptar a los componentes f�sico, et�rico y astral del hombre a las condiciones terrenas, en preparaci�n para recibir al Yo. Pero una recapitulaci�n similar se puede ver dentro de la misma �poca lem�rica.

����������� La �Edad de los peces� es como un recuerdo del Antiguo Sol; el pez, con su conciencia dispersa en el ambiente, entregada al elemento acuoso, es lo m�s cerca que un animal vertebrado puede llegar a estar de la conciencia y condici�n vegetal que caracteriz� a la fase de evoluci�n alcanzada por el hombre en el Antiguo Sol. De manera similar, la �Edad de los reptiles� es una recapitulaci�n de la Antigua Luna, en la que las fuerzas astrales se manifestaron con gran potencia. El periodo de la Atl�ntida (o Terciario) trae el comienzo de algo nuevo, que le pertenece s�lo a la tierra.

����������� En relaci�n con esto, es interesante observar que todos los mam�feros parecen, en cierto sentido, mucho m�s j�venes que los peces o los reptiles. Los reptiles, en particular, parecen suscitar un recuerdo casi sobrenatural de tiempos muy, muy lejanos, antes de que el hombre fuera hombre. La mayor�a de ellos vive vidas secretas en partes del mundo, como las junglas tropicales, en las que el hombre no se siente c�modo ni bienvenido. As� como podemos considerar al reino vegetal como legado del Antiguo Sol, los reptiles son legado de la Antigua Luna, as� como de la �poca lem�rica.

����������� Los animales con los que hoy el hombre tiene relaci�n en la tierra son animales �nuevos�, por as� decirlo. Todav�a existen algunos animales �viejos� �los reptiles, criaturas curiosas como el rinoceronte (que si bien es mam�fero, tiene un aire prehist�rico), y diversas formas exc�ntricas. Pero los que nos resultan m�s cercanos son las aves modernas y los mam�feros herb�voros y carn�voros, tales como las vacas, los gatos y los perros. Estos grupos de alg�n modo �pertenecen� a la �poca presente.

����������� La conexi�n especial de estos grupos de animales con la �poca presente, la ��poca del Hombre�, aparece se�alada en la figura de la Esfinge, que es al mismo tiempo una especie de figura compuesta del hombre mismo. El �guila, el Le�n y el Toro son manifestaciones de fuerzas que trabajan respectivamente en la cabeza, el coraz�n y el sistema digestivo y de extremidades del hombre. Ahora bien, si se la mira zool�gicamente, por as� decirlo, la Esfinge presenta un curioso desequilibrio �el �guila es un ave, pero el Le�n y el Toro son ambos mam�feros. Esto implica que el coraz�n y las extremidades del hombre tienen algo en com�n, no compartido por la cabeza. Creo que la clave para este problema se encuentra en el registro f�sil.

����������� Durante el Mesozoico se produjo una divisi�n entre los reptiles �mamiferoides�� y los reptiles �aviares�.� Pero mientras que los mam�feros modernos, en toda su constituci�n,� han �roto� con los reptiles, por as� decirlo, es interesante que las aves no. Un ave es como un reptil disfrazado: su plumaje la vuelve una criatura hermosa. Cuando vuela en el aire en c�rculos o se lanza en picada, parece una criatura de luz, aire y calor, que ignora la gravedad completamente. Pero si se mira atentamente la cara de un ave, se advierte la curiosa calidad casi de m�scara de la cabeza, con su pico duro y a menudo cruel, y sus ojos est�ticos. Un ave desplumada, o un polluelo implume tiene una piel floja y arrugada, que nos recuerda a la piel de un hombre o una mujer muy ancianos. Cuando se le quitan las plumas a un ave, se la revela como reptil. Un zorzal que corre por el c�sped h�medo delata inmediatamente su conexi�n con los reptiles: da una carrerita titilante, como una �gil lagartija de dos patas, y luego se detiene, con la misma extra�a inmovilidad congelada de la lagartija �una inmobilidad de la cual los mam�feros son incapaces. La fauna aviar, representada en la Esfinge por la �reina de las aves�, el �guila, parece se�alar hacia un distante pasado, hacia la �Edad de los reptiles�, en realidad. �Por qu� es esto?

����������� El �guila representa las fuerzas de la cabeza en el hombre. (El Dr. Steiner describi� a las aves como animales que son �todo cabeza�. Las patas son unos palitos insignificantes, mientras que el sistema digestivo, comparado con el de la vaca, es poco m�s que una nimiedad.) En otro orden de cosas, el Dr. Steiner tambi�n describi� la especial conexi�n que la cabeza del hombre tiene con el pasado. Cuando regresamos a la tierra para una nueva encarnaci�n, traemos de vuelta al mundo lo que vivimos a trav�s de nuestras extremidades y lo que aprendimos a trav�s de nuestras acciones, pero transformado y �resumido� en nuestra cabeza. Cada ni�o lleva en su cabeza su vida pasada en forma metamorfoseada, mientras que en sus extremidades se hallan los g�rmenes de su vida futura. Ahora bien, la fauna aviar me parece a m� una suerte de reencarnaci�n de la fauna reptil mesozoica. Trae a la fase de evoluci�n de la tierra propiamente dicha �a la fase atlante y post-atlante� un resumen transformado de la naturaleza f�sico-astral-et�rica que se manifest� en Lemuria, y que era en realidad una recapitulaci�n de algo que se hab�a desarrollado en la Antigua Luna. El ave es la metamorfosis de una forma animal cuyo gran logro fue el desarrollo de extremidades (el reptil) en un animal que es �todo cabeza�.

����������� Del mismo modo, el �guila de la Esfinge nos se�ala nuestro pasado �nuestra vida pasada, pero tambi�n toda nuestra evoluci�n pasada. La aparici�n de las aves refleja la transformaci�n de la naturaleza del hombre de su forma en la Antigua Luna a su forma terrena. En su cabeza, el hombre lleva la huella de su vida pasada, pero tambi�n la huella de todo su pasado. En su cabeza es un morador metamorfoseado de la Antigua Luna. (En cambio, en su sistema r�tmico �en su sangre y en su respiraci�n �es un habitante de la tierra. A trav�s de sus extremidades ya est� trabajando para una futura encarnaci�n planetaria de la tierra, que Rudolf Steiner denomina la encarnaci�n de J�piter.)

����������� El hecho de que el ave se reproduzca por medio de un huevo �de que haya una especie de discontinuidad en el mundo f�sico entre el ave madre y su descendencia �es indicio de que en su cabeza, el hombre est� conectado con su pasado a trav�s de la reencarnaci�n. En la parte mam�fera de su naturaleza, la que contiene las fuerzas de su vida presente y futura, est� conectado con su pasado a trav�s de la corriente continua de la herencia, lo que se manifiesta en la leche que el animal peque�o succiona de su madre.

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Los cient�ficos ortodoxos consideran que el registro f�sil expresa acontecimientos puramente f�sicos. Pero con la ayuda de las ense�anzas del Dr. Steiner, estos viejos huesos p�treos pueden adquirir� una vida completamente nueva. Ellos reflejan, a menudo de manera sorprendente, los grandes acontecimientos c�smicos y espirituales que describi� el Dr. Steiner en su explicaci�n de la evoluci�n de la tierra y de la humanidad. No existe nada fortuito en la enorme fauna f�sil, o en las formas animales que hoy nos rodean. Todas ellas juegan un papel definido en el esquema de las cosas; cada animal �tiene sentido�. A veces, para nuestros ojos, la calidad est�tica de una criatura �un diminuto pez tropical, por ejemplo �puede ser m�s notable que su utilidad. Pero deber�a ser posible �leer� en las formas de todos los animales, existentes y extintos, la expresi�n de fuerzas, seres y acontecimientos espirituales espec�ficos. Una futura �zoolog�a espiritual� tendr� que intentar llevarlo a cabo.

����������� He intentado aqu� hacer s�lo un bosquejo, en l�neas generales y apenas esbozado, de la manera en que la evoluci�n espiritual y la evoluci�n f�sica se han entrelazado en el reino animal �o, mejor dicho, en los vertebrados � y de la relaci�n de los animales con el hombre, tanto en el pasado como en la actualidad. As� debe leerse este art�culo, como un bosquejo muy preliminar.

1957

 

Notas

(*)NdelT: �Se refiere aqu� a los planetas que se encuentran m�s all� de la Tierra en el sistema solar. En la terminolog�a actual �planetas exteriores� son solamente aquellos que se encuentran tras el cintur�n de asteroides despu�s de Marte.

(1) Hay evidencias de otras edades de hielo [o glaciaciones] en otras �pocas geol�gicas anteriores, pero en el presente ensayo he de usar el t�rmino para referirme �nicamente a la m�s reciente, que, con intervalos c�lidos, ocup� la mayor parte del Cuaternario, y lleg� a su fin alrededor del 8.000 AC.

(2) El Dr. Steiner dice que Mercurio y Venus no se separaron del sol hasta despu�s de que �ste se separara de la tierra.

(3) Similares consideraciones valen para las escalas de tiempo. Seg�n el Dr. Steiner, la �poca de la Atl�ntida finaliz�, y comenz� la �poca post-Atlante, alrededor del 7200 AC. Esto corresponde muy bien con el fin de la Edad de Hielo, alrededor del 8000 AC. Pero, por otro lado, el Dr. Steiner ubica la mitad de la �poca Atlante en algo m�s de 15.000 a�os atr�s �mientras que los ge�logos ubican la mitad del Terciario unos 15 millones de a�os atr�s. Los c�lculos de los ge�logos, sin embargo, se basan en la premisa de que los procesos f�sicos se han producido siempre al mismo tipo de velocidad que la que tienen hoy. Pero el Dr. Steiner sostiene que incluso la idea de a�o ya no es v�lida con anterioridad a la mitad de la �poca Atlante, puesto que s�lo a partir de entonces la tierra ha estado girando alrededor del sol a la misma velocidad y en la misma �rbita que hoy tiene. De ese modo, cuando los ge�logos ubican el comienzo del C�mbrico en unos 500 millones de a�os atr�s, esto significa la extrapolaci�n de escalas de tiempo contempor�neas a �pocas para las cuales no son v�lidas. En realidad, antes de la �poca de la Atl�ntida, no tiene sentido pensar en t�rminos de a�os; se debe pensar, en cambio, de manera puramente cualitativa.

(4) La partida de la luna fue un proceso gradual. No he podido encontrar una indicaci�n exacta del Dr. Steiner, pero parece probable que la diferenciaci�n de la sustancia lunar comenz� hacia comienzos del Carbon�fero, y que todo el proceso de separaci�n estuvo completo para fines del Tri�sico. El P�rmico es un punto intermedio. Es digno de notar que a los ge�logos les cuesta decidir si incluir al P�rmico en el Paleozoico o en el Mesozoico.

(5) El Dr. Steiner tambi�n se refiri� a este proceso desde otra perspectiva. El descenso prematuro de estos seres a la materia fue al mismo tiempo un sacrificio que le permiti� al hombre continuar con su evoluci�n prevista. Al tomar forma de reptiles en el Mesozoico, estos seres absorbieron parte de las poderosas fuerzas formadoras de las extremidades y de los pulmones que estaban actuando sobre el hombre en esa �poca, y que podr�an haberlo arrastrado al descenso prematuramente para caminar sobre la tierra y respirar el aire f�sico, si no hubieran sido parcialmente desviadas, por as� decirlo, hacia los reptiles. Consideraciones similares se aplican a otras formas animales.

(6) No carece de sentido que el Diablo se le aparezca a Eva en el Jard�n del Ed�n bajo la forma de un reptil. Pero no creo que debamos imaginar a este Diablo como una serpiente �no se arrastr� hasta despu�s de haber sido expulsado del Para�so�, sino m�s bien como un drag�n alado arrojando llamas (y en la obra de Oberufer sobre el Para�so as� es como aparece Lucifer). Toda la �poca del Mesozoico lleva esta impronta de drag�n de Lucifer.

Primera parte

 


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