Muerte no te envanezcas
o
La vida despu�s de los ochenta

 


Pintura de William Blake

Muerte no te envanezcas, aunque te hayan dicho
Poderosa y temible, pues no eres as�,
Porque aquellos a quienes crees abatir
No mueren, pobre muerte, ni tampoco puedes matarme a m�.
Del reposo y del sue�o, que no son sino tu imagen,
Mucho placer, de ti entonces mucho m�s ha de provenir.
Y muy pronto los mejores de los nuestros contigo se van,
Descanso de sus huesos, y liberaci�n de sus almas.
Eres esclava del hado, del azar, de reyes y desesperados,
Y con veneno, guerras y enfermedad convives;
Y amapola y hechizos pueden hacernos dormir igual,
Y m�s f�cil a�n que tu estocada, �por qu� te ufanas, pues?
Tras un breve sue�o, despertamos para siempre
Y la muerte ya no ha de existir, Muerte t� habr�s de morir.

John Donne


La encrucijada

Cuando uno llega a vivir m�s de ochenta a�os, ya no puede evitar pensar seriamente �en la muerte que se acerca inexorable. Todos sabemos, en teor�a, que hemos de morir en alg�n momento. Digo �en teor�a� porque no lo creemos realmente hasta haber alcanzado �por lo menos el hito promedio de la vida �alrededor de los 42 a�os, a menos, por supuesto, que alguna grave enfermedad o accidente lo haya adelantado.

Pero con �m�s de ochenta�, el mensaje se vuelve claro en serio. Uno tiene suerte si a�n conserva alg�n diente original; usa anteojos o lentes de contacto, su paso es lento, sus reacciones, embotadas. �Si queremos ajustarnos al modelo de la picaz�n del s�ptimo a�o, el hombre alcanza su plenitud f�sica entre los 21 y los 28 a�os. Pasando esa edad, si se dedica a alguna actividad f�sica que requiera un alto nivel de precisi�n, notar� una disminuci�n en su precisi�n y un aumento de la cantidad de energ�a que necesita para lograr el mismo resultado que antes. A los 42 a�os, la cuesta abajo de la mortalidad se hace espantosamente evidente, raz�n por la cual se esquiva la necesidad de usar anteojos sosteniendo la p�gina cada vez un poco m�s lejos, hasta que la verdad ya no se puede ignorar.

La pregunta existencial, ��Por qu� estoy aqu�?�, nos golpea como una potente izquierda a la mand�bula. No sabemos la respuesta, as� que es mejor ignorarla: �por qu� preocuparse por algo sobre lo que no podemos hacer nada? Pero algo ha cambiado. Quiz�s sea el momento de cambiar de c�nyuge, comprar esa motocicleta que siempre hemos ansiado, dejarnos la barba. O, mejor, tirar todo por la borda y marcharnos a Costa Rica o a la India �si es que ya no hemos hecho alguna de esas cosas en nuestra tierna juventud, cuando correspond�a. A menudo, sin embargo, abrir estas v�lvulas de seguridad no resulta pr�ctico debido a las responsabilidades familiares �especialmente los hijos�, las ambiciones profesionales, o simplemente al puro miedo, todo lo cual termina por causar remordimiento y, en los peores casos, desesperaci�n. Despu�s de todo, el peor remordimiento es por los pecados no cometidos.

Para ajustarnos al tema del t�tulo, tenemos que definir primero qu� queremos decir con la palabra �muerte�. Cuando morimos estamos muertos. �No es as�? Quiz�s no. Depende de si consideramos que somos seres exclusivamente f�sicos. Entonces s�, cuando morimos �lo cual, recuerden, habr� de ocurrir inevitablemente �, estamos muertos� punto. Pero si tambi�n tenemos alma y/o esp�ritu, la cuesti�n se complica bastante, puesto que ahora debemos preguntarnos si, cuando el cuerpo f�sico muere, tambi�n muere el alma y/o el esp�ritu.

Hay abundante evidencia de que el cuerpo f�sico existe. No se r�an. Ciertos fil�sofos y m�sticos han afirmado que todo es ilusi�n, �maya�. Ren� Descartes sostuvo lo contrario: �Pienso, luego existo.� Samuel Johnson, irritado con Berkeley por afirmar que los objetos f�sicos no existen cuando no son observados, pate� una enorme piedra diciendo: ��Lo retruco as�!� Con o sin el aporte de tales mentes excelsas, podemos estar bien seguros de que el cuerpo f�sico existe. Lo podemos ver, sentir, padecer a causa de sus enfermedades o porque no siempre hace o siquiera es lo que nosotros queremos.

Hay un tipo que veo en televisi�n de vez en cuando. Es un astrof�sico de nombre imponente: Neil deGrasse Tyson y es director del Planetario Hayden de Nueva York. Experto �cool� si los hay. Su tarea consiste b�sicamente en explicar la cosmolog�a en t�rminos sencillos para los legos. La �ltima vez que lo vi, el conductor del programa, Bill Maher, pregunt�, cuando Tyson acab� de explicar el universo en cinco minutos: ��Y todo es aleatorio, no?� Tyson sonri� como si estuviera conversando con un ni�o: �S�, es aleatorio.� Si yo hubiera estado all�, le habr�a preguntado c�mo sabe que es aleatorio. Pero Bill Maher, un comediante ateo profesional, s�lo sonri�, ya que eso era lo que quer�a escuchar. Eso, de boca de un famoso astrof�sico, era suficiente evidencia para �l.

Pero no para m�, no, se�or. Miren, ese astrof�sico sabe mucho m�s que yo sobre la mec�nica del universo, la velocidad y densidad y tama�o de los planetas y de otros cuerpos celestes, pero eso no significa que sepa el por qu� del cosmos ni c�mo empez� todo. (S� del �Big bang�, pero eso no es suficiente.) De modo que, en este aspecto, Tyson es un ignorante ultraeducado, as� como Bill Maher es un comediante muy gracioso y ultraegoc�ntrico.

Dentro de este universo, dentro de este sistema solar, sobre este planeta, nosotros, los seres humanos, vivimos �temporariamente, al parecer� un promedio de 75 a�os m�s o menos, si todo anda bien, lo cual a menudo no sucede. Una visita tan corta, considerando la edad del universo y el tiempo que hace que los humanos andan por aqu�, no es gran cosa. �Vale la pena tan diminuta part�cula de tiempo y espacio? Aparentemente creemos que s�, o ni siquiera nos quedar�amos por aqu� tanto como lo hacemos.

Seg�n el Buddha, Kierkegaard e incluso Shakespeare, la vida est� llena de golpes y dardos de la atroz fortuna. Pero, como hasta ellos lo admitir�an, la vida puede tambi�n dar momentos de amor y felicidad.

La mayor�a de nosotros pasa por momentos o per�odos de depresi�n, algunos m�s que otros, con o sin raz�n. Un ant�doto efectivo contra la melancol�a es pensar en cu�nto mejor me encuentro yo que tantos otros que padecen guerras, violencia, hambre, miedo, enfermedad, etc. Por lo menos, sentirse abatido por el sufrimiento de otros no es ego�sta, salvo por esa extra�a sensaci�n de alivio por no ser yo a quien le toca.

El fil�sofo dan�s Soren Kierkegaard (1813 - 1855) sosten�a que dado que la cantidad de sufrimiento sobrepasa a la cantidad de felicidad, el verdadero fil�sofo, que siempre debe actuar l�gicamente, deber�a suicidarse. Todo hombre o mujer llega a una encrucijada en la vida, o mejor dicho a una bifurcaci�n de su camino. El sendero de la izquierda �que el cuerpo f�sico es todo lo que el ser humano es y que el mundo f�sico es el �nico mundo� es el sendero de la desesperanza. El sendero de la derecha es el sendero de la esperanza. El viajero tiene que elegir. Ser�a mal fil�sofo si eligiera el sendero de la izquierda, puesto que s�lo puede llevar a la desesperaci�n. El sendero de la derecha al menos ofrece algo, si bien no la certeza. De modo que la persona pensante debe elegirlo. En el camino, habr� de encontrar la fe, que ser� su recompensa por haber elegido el camino correcto. (Esto no es una cita literal, sino s�lo mi propio recuerdo de la idea general expresada por el autor en uno de sus libros, posiblemente �Temor y temblor�.) A Kierkegaard le funcion�, seg�n �l. Era un cristiano comprometido, aunque muy cr�tico de la Iglesia Luterana danesa. Con iron�a, pregunta:

�D�nde estoy? �Qui�n soy?

�C�mo llegu� a estar aqu�?

�Qu� es esta cosa llamada mundo?

�C�mo vine al mundo?

�Por qu� no me consultaron?

Y si estoy obligado a participar en esto, �d�nde est� el director?

Quiero verlo.�

 

Kierkegaard es considerado el fundador del existencialismo. Hay diversas l�neas dentro de la filosof�a existencial, pero, en general, ella sostiene que el hombre existe y, en esa existencia, se define a s� mismo y al mundo en su propia subjetividad, y deambula entre la elecci�n, la libertad y la angustia existencial. No obstante, el existencialismo de Kierkegaard era muy diferente del de los existencialistas modernos �Sartre, Camus, y otros�, que eran ateos y daban por hecho que la vida es irremediablemente absurda, mientras que K lleg� a la conclusi�n de que la esperanza y la fe podr�an llevar a la certeza, y por lo tanto, lo l�gico es al menos probar. �Pero fe en qu�? Para K era en Cristo. Para los existencialistas modernos esta avenida est� clausurada por una luz roja intermitente, �as� que s�lo les queda su angustia existencial, existir, hacer el bien, o no.

Cuando yo era ni�o y los sacerdotes y monjas de la iglesia cat�lica me lavaban el cerebro, ante la pregunta ��Por qu� estoy aqu�?�, el catecismo ense�aba: �Para conocer, amar y servir a Dios�, lo cual tiene su propia l�gica. Para servir a algo o a alguien, uno debe amarlo; para amarlo, uno debe conocerlo. Pero �c�mo hacemos, �por Dios!, para conocer a Dios? Si borramos la imagen estilo Pap� Noel, �Dios� es un concepto vago. As� que vamos a empezar con algo tangible: la naturaleza. La naturaleza es hermosa, buena y sabia. Existe por s� sola, no es obra del hombre como un puente, un edificio o la internet. La naturaleza hace mucho m�s que existir, vive. Bueno, quiz�s no siempre sea buena. �La naturaleza tiene rojos los colmillos y las garras�, dijo Tennyson, y en eso ten�a raz�n. Y hay desastres naturales como los terremotos y los tsunamis que matan a muchos inocentes. �Ah, s�, el sufrimiento de los inocentes! �C�mo se explica? Es uno de los motivos por los que los existencialistas modernos son ateos: un Dios ben�volo no permitir�a tal sufrimiento, y no queremos saber nada de un Dios malvado. Pero �y si existe un Dios as�? �Y si existen ambos �un Dios ben�volo y uno malvado? En Los hermanos Karamazov de Dostoyevsky, Iv�n, el hermano mayor, observa el sufrimiento de los ni�os de su lugar y �poca.� Y como resultado, aunque no niega la existencia de Dios, lo rechaza por injusto y cruel. Tiene que haber algo m�s; tiene que haber alguna otra explicaci�n. De lo contrario, los absurdistas tienen raz�n. Y, en nuestra opini�n, no es as�. Esa otra explicaci�n es la reencarnaci�n y el karma. Volveremos sobre esto m�s adelante.

�Existe la muerte verdaderamente, o se trata de una invenci�n �ignorante de la humanidad? El hombre es la �nica criatura que puede hacer esa pregunta. Se podr�a muy bien objetar que la idea es rid�cula puesto que vemos a la muerte todos los d�as. E incluso si no la vemos realmente (eso queda para los hospitales y las funerarias), sabemos de familiares, amigos, conocidos, que estaban aqu� ayer y hoy no lo est�n.� De modo que s�, todo lo que vive, muere. Es la condici�n inevitable, la letra chica del contrato de la vida. Lo vemos o sabemos de ello, pero no lo vivenciamos.� Si lo hici�ramos, no estar�amos aqu� hablando sobre ello. Tenemos experiencias cercanas a la muerte que se convierten en best-sellers, es cierto. No dudo de que sean verdaderas, pero quienes las relatan tienen la honestidad de describirlas como �cercanas a la muerte�. Nadie en verdad ha vuelto de la muerte total �salvo quiz�s Jes�s de Nazaret, y qui�n sabe lo que su resurrecci�n realmente significa. (Seg�n Rudolf Steiner, se trat� de una especie de resurrecci�n espiritual que s�lo los disc�pulos pudieron presenciar.)

Podemos estar seguros de que todo organismo f�sico viviente ha muerto, est� muriendo o va a morir� f�sicamente. Pero, si existe tambi�n un mundo espiritual a la par o m�s all� o dentro del mundo f�sico, y si podemos aceptar la existencia de ese mundo al menos como hip�tesis, entonces ya hemos dado el primer paso de un camino existencial que no depende de la fe, y que difiere de ese otro camino, entregarse al nihilismo ateo.� Es el camino intermedio �siempre el mejor camino �que, al principio, reconoce al esp�ritu, lo saluda como a un viejo amigo al que le hab�amos perdido el rastro. �Hola, tanto tiempo. Mi intuici�n me dice que has vuelto.�

El primer cartel en este camino indica que aunque el cuerpo f�sico muere, no ocurre lo mismo con el esp�ritu que le daba energ�a. �ste regresa a ese otro mundo, del que originariamente proced�a, y que nunca hab�a abandonado completamente. El hecho de que lo estemos pensando es, en s� mismo, evidencia de la existencia del mundo espiritual, pues pensar es una actividad espiritual, y el cerebro es el instrumento f�sico necesario para permitir el pensar durante la vida f�sica. Seg�n esta forma de ver las cosas, el cerebro no piensa; s�lo reproduce los pensamientos del pensar, de manera similar a como una guitarra, u otro instrumento musical, produce el sonido de la m�sica.

El conocimiento y la conciencia

Que algunas personas saben m�s que otras, es verdad, pero todos los humanos saben m�s que todos los animales. �C�mo es, entonces, que las abejas son tan inteligentes, o los delfines o las ballenas, o los gatos? Tal inteligencia es instintiva, y por lo tanto, no se puede aprender de la misma manera que a leer y a escribir. Los polluelos de las aves en verdad no aprenden de sus padres, simplemente son protegidos y asistidos por ellos para permitir que se desarrolle su instinto. Yo s� que s�; tambi�n s� que no s�. Ning�n animal, a pesar de ser consciente, tiene esa habilidad, tambi�n conocida como pensamiento. �El reino vegetal est� dotado de enorme inteligencia y belleza. Pero, la inteligencia vegetal no s�lo no piensa, sino que ni siquiera es verdaderamente consciente. Sin embargo, existe. Cada nivel de existencia posee una inteligencia m�s consciente que los dem�s: nosotros sabemos m�s que los elefantes, los elefantes saben m�s que los �rboles, los �rboles saben m�s que las rocas. En otras palabras, la conciencia humana dio un salto existencial en alg�n punto de la evoluci�n, mientras que la conciencia del animal lleg� al final de un callej�n sin salida.

�Entonces, es el ser humano el nivel m�s alto, el paradigma del ser, omnisapiente? Si, como sostienen los expertos, el cosmos es aleatorio, entonces, la respuesta es s�, puesto que, entonces, no existe ning�n nivel o forma superior de existencia. Y tampoco existe ning�n nivel superior de conciencia y conocimiento. Esto significa que el instinto inteligente del animal tambi�n es aleatorio. Pero el instinto no es aleatorio. Sigue reglas estrictas. La inteligencia tampoco es aleatoria. Aleatorio es el caos, la inteligencia es forma. Para que exista la inteligencia, ya sea instintiva o pensante, tambi�n debe existir un ser, o seres, que la posean. Y para saber que la inteligencia existe, es necesario el pensamiento. Y el �nico ser que puede pensar es el ser humano. �Pero, un momento! Los seres humanos no son omnisapientes, les falta un largo trecho. Algunos cient�ficos piensan que es simplemente cuesti�n de tiempo para que podamos saberlo todo. �Pero si todo es solamente aleatorio, qu� m�s queda para conocer? S�lo detalles. Las preguntas esenciales, existenciales, permanecen eternamente sin responder. En consecuencia, debe existir un conocimiento superior, pero s�lo lo pueden poseer seres superiores, a veces denominados Dios, dioses, �ngeles, no importa. O, quiz�s, lo puedan poseer algunos seres humanos excepcionales.

Seg�n Rudolf Steiner, la tierra es un cosmos de sabidur�a: la naturaleza es sabia, todo encaja perfectamente, el sol saldr� ma�ana como lo ha hecho desde los principios del tiempo. En realidad, si no hubi�ramos tenido d�as para contar, no existir�a el tiempo. La misi�n de la tierra, es decir, el objetivo de la humanidad sobre la tierra, es transformar este cosmos de sabidur�a en un cosmos de amor.

Estamos lejos de alcanzar ese objetivo, eso es seguro. Y no hay garant�a de que habremos de poder hacerlo. El primer paso es alcanzar la libertad, pues sin libertad el amor verdadero no es posible �se trata de un pre-requisito. Libertad del esp�ritu. El cuerpo f�sico no puede ser libre; est� constre�ido por sus propias necesidades internas y externas. Las restricciones del esp�ritu son auto impuestas y, por ello, pasibles de ser liberadas. El arma m�s poderosa del esp�ritu es el pensamiento, una actividad espiritual que puede conducir a la libertad, y luego, a su debido tiempo y con mucho esfuerzo, al amor �una forma muy elevada del sentimiento.

Reencarnaci�n y karma

Todo el tiempo y el esfuerzo necesarios para lograr esta transformaci�n de la tierra no caben en el per�odo de una vida. Por lo tanto, l�gicamente se necesita m�s de una vida, muchas vidas, para llegar a la meta: el amor.

La reencarnaci�n y el karma (o destino) tambi�n son, afortunadamente, l�gicos: si se requiere tanto tiempo y esfuerzo, entonces, la �nica manera son muchas vidas. Ah, pero �se podr�a objetar�, aunque los individuos mueran, sus descendientes siguen viviendo y podr�an continuar la tarea. Es verdad, pero �qui�nes son estos descendientes y de d�nde vienen? �Salen del vientre materno ya listos, como Barbies? �O tienen tambi�n extensas y muchas veces vividas biograf�as, agobiadas o elevadas por el bagaje k�rmico?

En la actualidad se ha despertado la conciencia ecol�gica. La humanidad es responsable, por ejemplo, del calentamiento global y, por esta y otras acciones destructivas, como las armas at�micas, lo es tambi�n de la potencial destrucci�n de la tierra misma o, al menos, de sus moradores humanos y animales. De manera consciente o inconsciente, podr�amos sentir ��Y qu�? Yo ya no estar� aqu� para entonces.� Pero, si la reencarnaci�n es un hecho, entonces, salvar y proteger al planeta es en nuestro propio beneficio para vidas futuras. �Es un concepto ego�sta? Quiz�s, pero tambi�n pr�ctico y l�gico. As� que no me retracto.

Esto me lleva a pensar en el presente. Aunque pasan cosas buenas, el progreso es lento, tan lento que nosotros, los octogenarios, ciertamente no hemos de ver mucho de �l durante esta vida. Los j�venes a menudo son c�nicos sobre la posibilidad de un verdadero cambio. Al respecto, me gustar�a citar una de las �ltimas cosas que dijo Bernard Lievegoed, antrop�sofo, psiquiatra y educador holand�s:

�A�n no es� tiempo de cosechar! Es tiempo de plantar semillas, que dar�n frutos en alg�n tiempo futuro.

Paciencia es la consigna, vivir con preguntas y esperar que llegue el momento en que la respuesta venga desde el mundo espiritual. S�lo si plantamos semillas hoy, ser� posible un mundo mejor en el futuro. De modo que lo que hoy se haga bien, incluso si tiene poco efecto o fracasa seg�n los est�ndares corrientes, vale la pena hacerlo. El secreto es no desanimarse ni rendirse ante el fracaso; tarde o temprano las semillas habr�n de germinar.

Hace poco un amigo me confi� que sufre de tanatofobia (temor f�bico a la muerte) y que lo est� matando. T�natos es el dios de la muerte en la mitolog�a griega, de modo que la etiqueta es bien precisa. Si su afecci�n es una fobia real que provoca dolor y enfermedad, o bien un pasajero ataque de ansiedad vinculado con un coraz�n d�bil, no tengo elementos para determinar.� Pero me parece que mi amigo y muchos otros como �l har�an bien en convencerse de que la muerte es una puerta hacia un nuevo acto de la existencia. En toda buena obra de teatro, se apagan las luces al final de cada acto, y se vuelven a encender al comienzo de cada nuevo acto. Quiz�s no seamos el iluminador ni el director, todav�a, pero ciertamente somos los actores principales. �

Creo que el temor a la muerte, tanatofobia, es realmente el temor a la no existencia, algo pr�cticamente inconcebible, mucho m�s aterrador que la muerte misma. La existencia es m�a; �c�mo osas quit�rmela, T�natos? Pero esto hace que el �ngel de la muerte se infle enormemente. �l/ella no puede quitarle la existencia a nadie. El tel�n se levanta inexorablemente para el pr�ximo acto, la obra contin�a. As� que, muerte, te agradezco, pero no te envanezcas, deja de alardear. No te temo.


Frank Thomas Smith
Febrero 2016

Traducido del ingl�s por Mar�a Teresa Guti�rrez

English

 


Home