Evoluci�n: el hilo oculto

por John Davy

 

Traducido por Mar�a Teresa Guti�rrez

Quienquiera que estudie las ense�anzas de Rudolf Steiner habr� de notar enseguida que las descripciones que �l da sobre la forma en que ha evolucionado el hombre no son f�ciles de conciliar con las descripciones que da la ciencia moderna. El prop�sito del presente art�culo es tratar de mostrar c�mo se pueden resolver algunas de las dificultades.

����������� Cuando Darwin naci�, la idea de la evoluci�n ya se estaba filtrando, por as� decirlo, en las mentes humanas. El gran logro de Darwin fue proponer una teor�a para explicar la evoluci�n y reunir un gran n�mero de datos para respaldarla. Plante� que la evoluci�n pod�a resultar de la �selecci�n natural�. Es decir que cualquier variaci�n de la �norma� que se diera� en un animal le conferir�a al mismo una ventaja o una desventaja en la �lucha por la existencia�. Los animales con variaciones ventajosas tendr�an m�s probabilidades de sobrevivir y de transmitir sus ventajas a su descendencia. En otras palabras, ser�an �seleccionados�. Y la acumulaci�n de tales rasgos ventajosos a lo largo de generaciones producir�a finalmente, seg�n supon�a Darwin, nuevas especies.

����������� En tiempos de Darwin se sab�a muy poco sobre el �registro f�sil�, y Darwin pens� que los animales superiores del presente deb�an haber descendido de animales muy similares a los actuales animales inferiores. Sin embargo, a medida que la paleontolog�a fue avanzando, qued� en claro que, en el pasado, se hab�an desarrollado muchos tipos de animales, hoy extintos. Por otro lado, el registro f�sil pareci� confirmar el postulado de Darwin, que causara tanto esc�ndalo en su momento, sobre que el hombre desciende de los animales superiores �puesto que si se recorre el registro f�sil hacia atr�s, se llega a un punto en el que ya no aparecen restos humanos, y� m�s atr�s a�n, ya no hay restos de mam�feros, ni de reptiles, ni de anfibios, y por �ltimo tampoco restos de peces.

La gen�tica

Hacia fines del siglo XIX se redescubri� la obra de Mendel, y empez� a desarrollarse la ciencia de la gen�tica. Se descubri� que las variaciones pod�an resultar de mutaciones gen�ticas �cambios en los �genes�, que son considerados los portadores de las caracter�sticas heredadas �y que dichas variaciones pod�an ser transmitidas sin alteraci�n a los descendientes. Durante alg�n tiempo,� la teor�a gen�tica no result� ser del todo f�cil de conciliar con la idea de un cambio evolutivo gradual causado por selecci�n natural. Pero, en 1930, R.A. Fisher public� The Genetical Theory of Natural Selection. Esta obra fue, a su manera, un hito de casi tanta magnitud como la de El origen de las especies de Darwin. Fisher explic� c�mo mutaciones aparentemente insignificantes pod�an conferir una ventaja selectiva si la �presi�n selectiva�, por insignificante que fuera, se manten�a durante largos periodos de tiempo geol�gico. (Presi�n selectiva es el t�rmino utilizado para describir la �presi�n� que ejerce el ambiente sobre el animal y que lleva a la selecci�n natural). Fisher mostr� que tales ventajas selectivas aparentemente insignificantes eran suficientes para explicar la formaci�n de nuevas especies, el desarrollo de nuevos sub-grupos, e incluso las adaptaciones m�s improbables, como las que aparecen en todo libro sobre �maravillas de la naturaleza�.

����������� El trabajo de Fisher, que en los �ltimos a�os ha sido ampliamente respaldado y desarrollado en detalle por cient�ficos tales como H.J. Mueller, B.S. Haldane y Sewall Wright, lleva aparejada mucha matem�tica estad�stica complicada. En realidad, toda la teor�a gen�tica moderna es tan compleja que no es posible tratarla aqu�. Tres puntos habr�n de bastar.

����������� Primero, Fisher describe a la selecci�n natural como �un mecanismo para generar un grado de improbabilidad extremadamente alto�. Su teor�a, pues, socava efectivamente el argumento emp�rico de que las probabilidades en contra de que la evoluci�n haya ocurrido �al azar� son casi inimaginablemente altas.�

����������� Segundo, las ideas actuales sobre la escala del tiempo geol�gico dan un amplio marco para la lentitud de la evoluci�n que demanda la teor�a de Fisher.

����������� Por �ltimo, vale la pena recordar que, si bien la teor�a es altamente consistente y convincente �ha convencido, por cierto, al 99% de los bi�logos que la han estudiado �es y ha de seguir siendo una teor�a. Podr�a corresponder a la realidad, as� como alguna matem�tica reci�n inventada, pero no necesariamente si se piensa que hay raz�n suficiente para buscar una alternativa.

����������� La teor�a moderna de la evoluci�n es pues una estructura formidable y coherente, que continuamente es corroborada por el trabajo realizado en muchas ramas de la ciencia. No obstante, algunas de las adaptaciones y patrones de comportamiento dentro del reino animal son tan extraordinarios que los que no son cient�ficos sienten a menudo que explicar su evoluci�n simplemente por la acci�n de la selecci�n natural sobre variaciones fortuitas es inveros�mil �y que, por lo tanto, debe haber algo mal en la teor�a. Sin embargo, es importante entender la actitud del cient�fico ante este tipo de objeci�n. Casi ning�n cient�fico duda hoy que la teor�a evolutiva moderna es en general correcta, y normalmente no se le ocurrir�a considerar, por ejemplo, a la organizaci�n social de las hormigas o al extraordinario comportamiento de muchas aves en cuanto a la construcci�n de sus nidos, como una refutaci�n de dicha teor�a. M�s bien, tales fen�menos son considerados como un desaf�o al ingenio del bi�logo para concebir de qu� manera dichos fen�menos pudieron haberse desarrollado gradualmente, por medio de la variaci�n y la selecci�n, durante periodos de tiempo geol�gico medidos en millones de a�os. Por cierto, en m�s casos de los que el lego normalmente se imagina, se han pensado esquemas evolutivos muy plausibles para muchas �maravillas de la naturaleza�, y no parece haber ninguna raz�n a priori por la que no se vayan a encontrar esquemas similares para otros casos. La idea b�sica de que incluso las adaptaciones especializadas m�s extraordinarias se desarrollan a partir de la interacci�n entre el organismo y el ambiente es, en mi opini�n, fundamentalmente s�lida �aunque, como lo empiezan a indicar algunas investigaciones en gen�tica y embriolog�a, la interacci�n quiz�s no sea tan simple como lo pretende la cl�sica visi�n darwinista.

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A esta altura uno podr�a, con raz�n, preguntarse por qu�, si la teor�a de la evoluci�n ampliamente aceptada parece ser tan convincente e indiscutible, uno deber�a prestarle atenci�n a la opini�n disidente de Rudolf Steiner.

����������� Hay dos razones. La primera es simplemente que existen ciertos aspectos de la teor�a moderna que presentan algunas dificultades. Pero la segunda raz�n es m�s importante.

����������� La teor�a evolutiva no es, en �ltima instancia, nada m�s que una cierta interpretaci�n de los datos. Con la ayuda de la obra de Rudolf Steiner, uno puede interpretar los mismos datos de una manera totalmente distinta. Esta interpretaci�n deja lugar para entender al hombre como algo m�s que un simple animal superior, y para entender al proceso evolutivo como algo m�s que la acci�n del azar. Consideremos ahora m�s detenidamente algunos de los datos.

����������� Los datos m�s s�lidos, por as� decirlo, de la evoluci�n son los f�siles del registro f�sil. �C�mo se distribuyen estos f�siles a trav�s de los distintos estratos? En los estratos del Paleozoico, por ejemplo, abundan restos de peces y plantas de todo tipo. Los restos de reptiles son especialmente abundantes en el Mesozoico. Los mam�feros dominan en los estratos del Tri�sico. Pero lo que es especialmente distintivo es que grupos bien definidos de animales tienden a aparecer en el registro de manera comparativamente s�bita, a prosperar durante alg�n tiempo, desarrollando mientras tanto todo tipo de variaciones y especializaciones de su forma b�sica, y luego a extinguirse.

����������� Por ejemplo, los reptiles, que empiezan a aparecer en el registro f�sil a comienzos del Mesozoico, gradualmente llegan a ser muy abundantes, y se inicia un proceso llamado �radiaci�n adaptativa�. Es decir, el tipo �b�sico� de reptil se divide en tipos m�s especializados adaptados a modos de vida particulares �reptiles reptantes, reptiles corredores, reptiles nadadores, reptiles voladores, reptiles carn�voros. Es como si se hubiera estado elaborando toda clase de variaciones complicadas sobre un mismo tema. Al final del Mesozoico se extingue pr�cticamente todo el inmenso y variado grupo, y comienzan a aparecer f�siles de mam�feros, que gradualmente se vuelven, a su vez, el grupo dominante. Este proceso se repite, en mayor o menor escala, a trav�s de todo el registro f�sil.

Aqu� nos encontramos con un problema en la teor�a moderna de la evoluci�n. Los �ltimos representantes de la mayor�a de los grupos de animales del registro f�sil son extremadamente especializados. Al mismo tiempo, los representantes tempranos de un nuevo grupo son en general relativamente no especializados. Resulta muy dif�cil entender c�mo los animales especializados de un grupo pudieron haber originado a los animales no especializados del grupo siguiente en la escala evolutiva. Es m�s, estudiados en detalle, incluso los representantes tempranos no especializados de un grupo a menudo parecen estar ya demasiado especializados como para ser ancestros directos de un grupo m�s alto en la escala evolutiva.

La neotenia

Se trata de un verdadero problema, y la biolog�a moderna es muy consciente de ello. No es que simplemente falten �eslabones� f�siles reales entre la mayor�a de los principales grupos de animales. Un obst�culo importante es la dificultad para imaginar c�mo los animales pudieron salirse de sus carriles especializados para dar origen a animales superiores. En un reciente ensayo titulado �The Evolutionary Process� [1], el Dr. Julian Huxley escribe: �As� un resultado del perfeccionamiento especializado es, al final, una restricci�n de todo posterior perfeccionamiento. Adem�s, una alta especializaci�n para un modo de vida restringe las posibilidades de cambiar a otro�. La especializaci�n, entonces, empuja casi invariablemente a los organismos a un surco evolutivo cada vez m�s profundo, del cual se les hace cada vez m�s imposible salir.�

����������� Una propuesta interesante para evitar este dilema aparece en el mismo libro en un ensayo de A.C. Hardy titulado �Escape form Specialisation�. Hardy se apoya en un fen�meno llamado �neotenia�. Neotenia es el proceso por el cual una forma larvaria o embrionaria, que puede por s� misma evolucionar y desarrollar caracter�sticas especiales con independencia del adulto, adquiere madurez sexual y se puede reproducir. El ejemplo m�s citado es el ajolote de M�jico, que tiene branquias externas y vive en el agua. Pero tambi�n es id�ntico, salvo por su madurez sexual, a la etapa larvaria de la salamandra norteamericana, Ambystoma tigrinum, que vive en tierra firme y respira por medio de pulmones. Es m�s, se puede inducir experimentalmente al ajolote a postergar la madurez sexual, continuar su desarrollo y convertirse en una salamandra norteamericana.

����������� Este fen�meno permite concebir que un animal pueda escapar de un carril especializado a trav�s de una etapa pre-adulta; durante esa etapa desarrollar�a ciertas innovaciones evolutivas y, entonces, luego de adquirir madurez sexual por neotenia, dar�a origen a una nueva raza, menos especializada, y con nuevas oportunidades de radiaci�n adaptativa.

����������� El Dr. Hardy finaliza su ensayo diciendo: �No importa cu�n especializada haya llegado a ser en su condici�n adulta normal una raza de animales, siempre y cuando tenga una forma joven o larvaria (que naturalmente estar� bien adaptada a su modo particular de vida), y posea un complejo de genes que pueda tarde o temprano producir neotenia, tendr� entonces, dado el tiempo suficiente, la posibilidad de escapar de su ruta a la extinci�n. En la mayor�a de las razas el fin ha de llegar antes de que pueda darse esta rara oportunidad, pero en una minor�a muy peque�a, las posibilidades llegan m�s temprano, antes de que sea demasiado tarde, y tales l�neas toman nuevos caminos, con nuevas posibilidades de radiaci�n adaptativa� Es probable que estos escapes de la especializaci�n, por raros que sean, hayan producido algunas de las innovaciones m�s fundamentales en el curso de la evoluci�n.�

����������� Este cuadro de la evoluci�n es en muchos aspectos muy distinto al de Darwin. La idea de la selecci�n natural, originalmente invocada como proceso para explicar la evoluci�n progresiva de tipos cada vez m�s elevados de animales, parece ahora estar cumpliendo el rol opuesto como proceso que tiende a llevar a los animales a la extinci�n cuando se vuelven demasiado especializados. Invocar a la neotenia como medio de escape de este callej�n sin salida hace necesario imaginar que los ancestros reales de los principales grupos de animales, y presumiblemente tambi�n del hombre, ten�an ciertas cualidades similares a las de las larvas o los embriones.

����������� La neotenia es, pues, considerada hoy por muchos bi�logos como el medio que, en definitiva, ha hecho posible el progreso evolutivo. Pero �qu� significa, en realidad, �progreso evolutivo�? Durante muchos a�os la ciencia ha estado buscando a tientas una respuesta clara para esa pregunta. �Significan realmente algo los t�rminos �superior� e �inferior�� aplicados a los animales? La mera complejidad no es un criterio definitivo ��es un hombre m�s o menos complejo que un leopardo o que un escarabajo? No existe una respuesta verdadera.

����������� Huxley, en el ensayo citado m�s arriba, aborda esta pregunta, pero s�lo llega a una conclusi�n bastante vaga. �El progreso biol�gico �dice� consiste en perfeccionamientos biol�gicos que permiten o facilitan m�s perfeccionamientos� Es el proceso por el cual se originan tipos �superiores�, el proceso activo en la sucesi�n de tipos dominantes, el proceso por el cual el nivel superior de perfeccionamiento o �xito biol�gico se fue elevando constantemente durante el tiempo geol�gico�.

La emancipaci�n

Pero hay una caracter�stica particular del �progreso biol�gico� a la que no se le ha otorgado hasta ahora ninguna importancia evolutiva fundamental. Esta caracter�stica es que si se considera en general el espectro animal desde el tipo �m�s inferior� hasta el �m�s superior�, se puede observar que los animales se han vuelto progresivamente menos dependientes de su entorno ambiental.

����������� Tomando el grupo de los vertebrados, el pez, por ejemplo, es dependiente de un medio acuoso para que lo sostenga, pero los reptiles y los mam�feros pueden sostenerse con sus extremidades por su propio esfuerzo. No obstante, los reptiles se mantienen a casi la misma temperatura que su entorno, mientras que los mam�feros pueden mantener una temperatura corporal constante independientemente, dentro de ciertos l�mites, de la temperatura de su entorno. Los mam�feros peque�os, para comenzar, se desarrollan dentro del cuerpo de sus progenitores, con lo cual son independientes de su entorno externo durante sus primeras etapas.

����������� Este proceso se puede rastrear en todo el reino animal, hasta en los detalles anat�micos, donde se refleja como una especie de individualizaci�n y consolidaci�n de los �rganos. En esto tambi�n, el proceso es evidente incluso dentro del grupo de los vertebrados, en el cual la estructura b�sica es relativamente similar en los distintos tipos.

����������� Comparemos el sistema circulatorio del pez con el de los mam�feros, en los que el coraz�n est� dividido en cuatro c�maras y la circulaci�n hacia los pulmones es independiente de la circulaci�n hacia el cuerpo. La cabeza del pez est� fusionada con el tronco, mientras que en los animales superiores, la cabeza tiene mucho m�s independencia de movimiento, y las mand�bulas constituyen un aparato triturador independiente en lugar de s�lo una especie de puerta hacia el interior de la boca. Los ojos de los peces son m�s o menos como �ventanas� est�ticas �en los animales superiores, son mucho m�s activos y m�viles. El sentido del o�do del pez se extiende por todo el cuerpo en el sistema de la l�nea lateral, y es casi lo mismo que un sentido del tacto o de presi�n. Los huesos de algunos arcos branquiales de los peces se metamorfosean, en los animales superiores, para formar los huesecillos u os�culos auditivos que forman parte del o�do, �rgano altamente independiente y especializado.

El efecto final y m�s impactante de este proceso es la postura erecta del hombre. De esta manera, la cabeza, los brazos y las manos se emancipan en cierta medida del medio ambiente. No est�n forzadas a funcionar en estrecha conexi�n con la tierra como lo est�n las patas delanteras y los hocicos de los animales. La cabeza puede, por as� decirlo, sentarse a pensar. Las manos se liberan de la limitada funci�n de ayudar a transportar el cuerpo de un lado a otro.

Una fuerza contraria

Existe una clara conexi�n entre las ideas de emancipaci�n del medio ambiente y de neotenia, por el hecho de que la neotenia produce un animal que es menos especializado y, por ende, capaz de vivir en un ambiente m�s generalizado. Tanto un animal neot�nico como uno �emancipado� ser�an menos dependientes del medio ambiente para su supervivencia. La diferencia entre ambos conceptos es que mientras se presume que la neotenia ha ocurrido repetidamente en muchos grupos de animales, la emancipaci�n parece ser un proceso que ha estado operando siempre ininterrumpidamente. Ya veremos cu�l es la verdadera relaci�n entre ambos.

����������� La emancipaci�n proporciona claramente una suerte de fuerza contrapuesta a la selecci�n natural. La tendencia de la selecci�n natural es empujar gradualmente al organismo hacia un medio ambiente cada vez m�s estrecho y especializado, hacerlo cada vez m�s dependiente de una combinaci�n especial de circunstancias externas, atarlo con m�s fuerza a la tierra. La emancipaci�n opera en direcci�n opuesta.

�Por qu�, entonces, la radiaci�n adaptativa y la especializaci�n desempe�an un rol tan importante en la teor�a evolutiva moderna, mientras que el concepto opuesto de emancipaci�n del medio ambiente, no? Hay dos razones. En primer lugar, se pueden observar instancias concretas de adaptaci�n y selecci�n �Darwin reuni� muchos ejemplos �mientras que la emancipaci�n, por haber ocurrido gradualmente a lo largo de todo el curso de la evoluci�n, es m�s dif�cil de definir e identificar.[2] En segundo lugar, mientras que se puede encontrar una explicaci�n �natural� para la radiaci�n adaptativa en la idea de selecci�n natural, no existe una explicaci�n similar realmente satisfactoria para la emancipaci�n. La tendencia es, pues, suponer que realmente no ha ocurrido, o al menos no de manera consistente. Pero podemos encontrar una explicaci�n en las ense�anzas de Rudolf Steiner.

Resulta curioso que la ciencia, al mismo tiempo que propone todo tipo de entidades no observables para explicar fen�menos, especialmente los at�micos y subat�micos, se espante si se le pide proponer entidades espirituales suprasensibles para explicar otros fen�menos. Pero, para comenzar,� lo que Rudolf Steiner pide de la ciencia no es m�s de lo que la ciencia se pide a s� misma, y esto es que las descripciones que �l� da de los hechos y seres de un mundo espiritual, no inmediatamente accesibles a los sentidos, no sean aceptados ni rechazados de entrada, sino que sean puestos a prueba, analiz�ndolos junto a los fen�menos naturales para ver si ambos se esclarecen mutuamente. En consecuencia, si estamos dispuestos a examinar algunas de las cosas que dice Rudolf Steiner sobre el aspecto espiritual de la evoluci�n del mundo y del hombre, el fen�meno de la emancipaci�n comienza a cobrar sentido, y el registro f�sil, el concepto de neotenia y la relaci�n del hombre con el reino animal aparecen desde una nueva perspectiva.

El descenso a la materia

Lo que distingue al hombre de los animales, dice el Dr. Steiner, es su posesi�n de un Yo. �ste es una entidad espiritual, la individualidad espiritual fundamental del hombre, que reside en cada ser humano. Lo que percibimos oscuramente como la �personalidad� central de una persona es el reflejo de su Yo. Para vivir sobre la tierra, el Yo debe contar con un veh�culo f�sico adecuado �el cuerpo humano. Este veh�culo tuvo que desarrollarse gradualmente, a lo largo de un extenso per�odo de tiempo. La evoluci�n es, en realidad, la historia del descenso gradual del Yo a la materia, y del desarrollo gradual de un cuerpo f�sico capaz de contenerlo. La �nica forma f�sica en la que el Yo puede expresarse libremente, a la que puede descender� completamente, es la forma humana.

�Cu�l es, entonces, la conexi�n entre las formas animales preservadas en el registro f�sil y la evoluci�n del cuerpo humano?� La ciencia moderna acepta que la mayor�a de los f�siles conocidos se encuentran ya tan especializados que representan, evolutivamente, una v�a muerta. En consecuencia, resulta necesario proponer, en el origen de cada grupo importante de f�siles, una forma neot�nica no especializada, que no ha dejado rastros f�siles.

Esto implica que la neotenia debe haber ocurrido de manera repetida �es decir, que cada forma neot�nica se relaciona con la que le sigue m�s arriba en la escala evolutiva �nicamente por v�a de una forma m�s especializada que luego, en alg�n punto, experimenta un proceso de neotenia. Los problemas que presenta este proceso bastante improbable �desaparecen si se invierte el razonamiento. Es decir, si consideramos a la serie de formas no especializadas (que la ciencia propone pero que no aparecen en el registro f�sil), no como resultado de repetidos procesos de neotenia, sino como parte de una l�nea evolutiva continua, que se ramific� en diferentes etapas� dando lugar al desarrollo de los grupos f�siles especializados.

Esto presenta una nueva dificultad �que, para mantenerse no especializada, esta l�nea �embrionaria� debe haber evitado, de alg�n modo, estar sujeta a la �presi�n selectiva� del medio ambiente. Al mismo tiempo, debe haber estado constantemente sujeta al proceso de emancipaci�n descripto m�s arriba, puesto que los nuevos grupos f�siles especializados presentan un grado mayor de emancipaci�n que sus predecesores.

Esta dificultad se resuelve si reconocemos que esta l�nea de formas embrionarias representa, en realidad, las etapas a trav�s de las cuales ha evolucionado el cuerpo humano. En el proceso de emancipaci�n, podemos ver� el accionar de fuerzas c�smicas espirituales preparando el veh�culo para el Yo humano,� el elemento de individualidad independiente.

Empieza aqu� a emerger un cuadro m�s din�mico de la evoluci�n, con el Yo arranc�ndole gradualmente a las fuerzas terrestres un veh�culo f�sico adecuado. Ya no se necesita a la neotenia para justificar el escape de la especializaci�n, y, en verdad, es evidente que la ciencia ha introducido dicho concepto en gran parte para poder explicar la existencia de una �l�nea embrionaria� de evoluci�n �que los mismos datos f�siles demandan� sin tener que admitir, en su esquema de la evoluci�n,� ning�n proceso rector que no sea la selecci�n natural.

Sin embargo, no es f�cil imaginar claramente este proceso de encarnaci�n gradual del Yo a menos que se lo asocie con una concepci�n que la ciencia moderna ha de encontrar inevitablemente muy dif�cil de aceptar. Todas las teor�as modernas de la evoluci�n se basan en la presunci�n de que las condiciones f�sicas en el pasado eran esencialmente las mismas que en la actualidad, y que las leyes f�sicas que son v�lidas hoy se pueden extrapolar indefinidamente a �pocas pasadas. Seg�n Rudolf Steiner, esto no es as�. Tanto las sustancias f�sicas como las leyes que las rigen han pasado tambi�n por una evoluci�n.

����������� Debemos imaginar, dice el Dr. Steiner, que,� antes del comienzo de la evoluci�n de la tierra, la sustancia misma exist�a en una condici�n puramente espiritual. La primera manifestaci�n �f�sica� fue una especie de sutil interacci�n de diferentes estados de calor. M�s adelante, se alcanz� un estado gaseoso, et�reo; luego, una condici�n vaporosa, acuosa. No fue sino hasta la aparici�n de la sustancia s�lida que, por as� decirlo, se inici� la geolog�a. Pero la caracter�stica singular de este proceso es que se debe imaginar a la tierra como un gran organismo viviente. Toda la sustancia estaba m�s viva entonces de lo que hoy lo est�, y hay que imaginar que los minerales �muertos� que hoy conocemos se fueron depositando gradualmente dentro de la tierra viva, de manera muy parecida a la forma en que el hueso mineral se deposita en el embri�n en desarrollo. Cuando la sustancia s�lida apareci� por primera vez, dice el Dr. Steiner, tom� formas c�rneas, cerosas, coloidales y gelatinosas.

Esto hace m�s f�cil imaginar el tipo de condiciones bajo las cuales se debe haber desarrollado la �l�nea embrionaria�, el cuerpo humano. Estas deben haber sido, en cierta manera, similares a las condiciones bajo las que se desarrollan hoy los embriones: en el embri�n, incluso el hueso, la parte m�s mineral del organismo adulto, est� vivo y es cartilaginoso.

Uno podr�a, pues, concebir que el reino animal� se haya originado a trav�s de una serie de nacimientos prematuros de la forma viva que finalmente devino en el cuerpo humano actual. Un Yo que no resistiera la tracci�n de las fuerzas f�sicas de la tierra el tiempo suficiente, por as� decirlo, se encontrar�a con que su veh�culo f�sico a medias formado se volv�a demasiado atado al ambiente f�sico, desarrollando formas especializadas y volvi�ndose irremediablemente mineralizado y r�gido. Un Yo as� habr�a perdido la posibilidad de construir un veh�culo f�sico al cual poder descender completamente. El resultado ser�a una forma animal.

De esa manera, cuando, en el registro f�sil, aparecen� peces f�siles, se trata en verdad de un signo de que el germen humano estaba en ese momento atravesando por una fase �de pez�. Pero s�lo nos podemos formar una idea de c�mo era realmente ese germen humano si imaginamos c�mo habr� sido el embri�n del pez f�sil �pues el adulto est� ya demasiado especializado y endurecido en una direcci�n espec�fica.

Ley de Haeckel

La ciencia moderna ha reconocido esto de manera indirecta por la forma en que ahora interpreta la famosa �ley biogen�tica� de Haeckel. Haeckel propuso que la �ontogenia repite la filogenia� �es decir que en su desarrollo embrionario un animal repite, de manera modificada y condensada, su historia evolutiva. Esto se interpretaba como que la etapa de pez en la embriolog�a humana, por ejemplo, cuando el embri�n posee sacos branquiales, representa una �repetici�n� de un ancestro pez adulto. Pero la embriolog�a moderna se ha dado cuenta de que esta etapa del embri�n humano es comparable s�lo con la etapa embrionaria de un pez, no con la etapa adulta. En un excelente an�lisis de la �ley biogen�tica�, el Profesor G. de Beer escribe en relaci�n con esto: �Todo lo que se puede decir es que el pez conserva y desarrolla sus hendiduras branquiales, mientras que los reptiles, las aves y los mam�feros no las conservan como tales, sino que las convierten en otras estructuras tales como la trompa de Eustaquio, las am�gdalas, y la gl�ndula del timo�.[3]

����������� Sin embargo, a la luz de las ense�anzas del Dr. Steiner, podemos tomar a la ley de Haeckel casi literalmente, ya que el desarrollo embrionario del hombre sin duda revela su historia evolutiva con mucha mayor exactitud que la l�nea de animales f�siles, pues en ella se refleja la �l�nea embrionaria� que dio origen a los f�siles animales.

El otro hilo

Desde la perspectiva de las ense�anzas de Rudolf Steiner resulta claro, por lo tanto,� que la biolog�a moderna se ha limitado hasta ahora a estudiar uno de los dos hilos de la evoluci�n� �aquel que es visible en el proceso de radiaci�n adaptativa y en el desarrollo de especializaciones. Las fuerzas del medio ambiente que dan lugar a la selecci�n natural, y las fuerzas de la gen�tica que atan al organismo a la tierra y mantienen una continuidad f�sica de generaci�n en generaci�n, representan las fuerzas de la tierra. Pero la teor�a evolutiva moderna est� necesitando cada vez m�s una comprensi�n de las fuerzas c�smicas, celestiales, que han obrado sobre la sustancia para crear un veh�culo para el Yo del hombre.

Tal como est� en el presente, la teor�a es en realidad media teor�a, ya que explica al hombre s�lo como el m�s elevado de los animales. El trabajo de Rudolf Steiner hace posible completar la teor�a, y comenzar a entender al hombre como un ser que es tambi�n el �m�s bajo de los �ngeles�. El libro de Darwin, The Descent of Man(*), est� bien titulado, aunque su tema en realidad sea el ascenso del cuerpo humano, puesto que la evoluci�n del hombre es la historia del descenso de un ser espiritual a la tierra. Los animales representan a seres que han descendido demasiado pronto y demasiado lejos �y de todos los animales, quiz�s los m�s tr�gicos sean los simios y los monos, que descendieron justo antes de llegar a ser hombres.

Entre la multitud de seres espirituales que componen los mundos espirituales, Rudolf Steiner sol�a describir al yo humano como un Esp�ritu de Libertad. El hombre, dijo alguna vez, no es libre todav�a, pero est�n en camino hacia la libertad. La primera tarea del Yo humano fue desarrollar un cuerpo en el cual se pudiera lograr la libertad �y esto es lo que subyace en el proceso de emancipaci�n, que desde el punto de vista f�sico culmina con la forma del cuerpo humano, como se ha descripto anteriormente en este art�culo.

Resulta interesante ver que los bi�logos modernos han llegado a una conclusi�n parecida �que el hombre ocupa una posici�n �nica sobre la tierra: ha alcanzado una posici�n en la cual no es sujeto pasivo de las fuerzas externas, sino que puede tomar el futuro en sus propias manos y moldear su propio entorno. En el ensayo que ya hemos citado, Julian Huxley escribe: �La situaci�n presente representa un�punto verdaderamente extraordinario en el desarrollo de nuestro planeta �el punto cr�tico en el cual el proceso evolutivo, ahora personificado en el hombre, por primera vez ha tomado conciencia de s� mismo� y comienza a vislumbrar sus posibilidades de guiar o controlar en el futuro. En otras palabras, la evoluci�n est� al borde de ser internalizada, de volverse consciente y auto-dirigida�.

El �punto verdaderamente extraordinario� que menciona Huxley es sorprendentemente similar al que a menudo describe Rudolf Steiner desde muchos puntos de vista diferentes, a saber: que el Yo humano est� ahora empezando a ser capaz de ejercer control sobre la evoluci�n, trabajando con plena conciencia dentro del cuerpo.

El curso futuro de la evoluci�n ser� as� afectado directamente por las ideas que el hombre tenga sobre su propia naturaleza y sobre el proceso evolutivo.� Si contin�a teniendo conciencia de s�lo uno de los dos hilos de la evoluci�n, si persiste en verse a s� mismo b�sicamente como un animal superior, habr� de moldear su vida y su sociedad en consecuencia. Pero si permite que sus ideas sean fructificadas por la Antroposof�a, y por ende se vuelve consciente del otro hilo, del aspecto c�smico espiritual de la evoluci�n y de su propia naturaleza, habr� de comprender que su tarea es llevar el esp�ritu a la materia y transformarla.

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(*) NdelT: El t�tulo en espa�ol es �El origen del hombre�. En ingl�s el t�rmino �descent�, usado aqu� en su acepci�n de �ascendencia�, tambi�n significa �descenso�, lo que permite el juego de palabras con �ascent� (ascenso).�

[1] Incluido en el libro Evolution as a Process, colecci�n de ensayos de varios autores (Allen & Unwin, 1954)

[2] Quiz�s el ejemplo m�s conocido de selecci�n natural que ocurre en la actualidad sea el �melanismo industrial�. En los �ltimos cien a�os, formas negras u oscuras de varios tipos de polillas se han difundido y llegado a ser cada vez m�s comunes en las zonas industriales de Inglaterra y Alemania, mientras que sus variedades �normales� se han vuelto cada vez m�s raras. Todas estas polillas tienen el h�bito de posarse sobre superficies expuestas, tales como troncos de �rboles, de modo que las variedades oscuras resultan casi invisibles sobre los troncos ennegrecidos por el holl�n de las zonas industriales. Adem�s, parecen ser en general m�s resistentes y m�s capaces de sobrevivir a la vegetaci�n contaminada y al aire sucio de su entorno. Los detalles de la gen�tica del melanismo industrial son todav�a materia de discusi�n y experimentaci�n entre los entom�logos, pero no hay duda de que su r�pida propagaci�n est� relacionada con el ennegrecimiento y la contaminaci�n del paisaje. En las zonas rurales, las variedades oscuras siguen siendo bastante raras. Ver E.B. Ford, Moths (Collins, New Naturalist Series, 1955)

[3] Embryos and Ancestors (Oxford University Press, 1952)


Una continuaci�n de este art�culo aparecer� en el pr�ximo n�mero de SouthernCrossReview.org.

John Davy, O.B.E., M.A. (1927-1984), fue co-director del Emerson College, Forest Row, England, y encargado principal del a�o introductorio sobre fundamentos de la� Antroposof�a para los alumnos del profesorado Waldorf. Fue tambi�n conferencista internacional y director de la Sociedad Antropos�fica de Gran Breta�a. Luego de cursar estudios de zoolog�a en Cambridge, se desempe�� como editor cient�fico del Observer de Londres. La Reina Isabel II le confiri� la O.B.E. (Orden del Imperio Brit�nico) en 1965 por sus escritos sobre ciencia.

El presente art�culo fue publicado por primera vez en �The Golden Blade�, Londres, 1956

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