"No me arrepiento de tener 16 hijos"

Mariela Martínez (Corresponsalía)

Tiene 40 años y vive de changas, muy precariamente. Se resiste a las dádivas y se siente orgullosa y agradecida.

Río Tercero: Nada fue fácil para Lilian Haidé González, de 40 años. Desde su muy humilde condición económica, cuenta cómo hace para mantener a sus 16 hijos. Un día antes del Día de la Madre, se parece a aquellas progenitoras inmigrantes que tenían familias numerosas para darle brazos a un país despoblado.

Durante 21 años, estar embarazada fue el estado más habitual para Lilian. Es que su hijo mayor tiene 21 años y la más chica sólo dos.

Cinco son de mi primer pareja y 11, del segundo”, apunta, en su muy modesta vivienda de barrio Monte Grande, en las afueras de Río Tercero, ciudad a la que llegó hace 30 años.

Pero no me arrepiento de tener 16 hijos”, deja en claro de entrada, con su tono entre tímido y sumiso.

El privilegio de ser madre la sorprendió demasiado joven, a los 17 años, cuando muchas mujeres de su edad estudian y recién comienzan a divertirse en bailes o discotecas.

No fue deseado, era tan chica”, arranca su relato, acurrucada en su silla de madera, al lado de cuatro de los más pequeños que cargan unos perros cachorros.

Cuando toma más confianza, Lilian confía que a varios médicos les solicitó que le realizaran la ligadura de trompas: “Pero me respondían que era muy joven. Pero después de la última lo exigí, no pude hacerla gratis en el Hospital porque el doctor no estaba cuando ‘compré’ la nena, y tuve que pagar en una clínica”, relata.

Otras intenciones

Cuenta que de joven imaginó que tendría “dos o tres chicos”, pero la vida le esperaba con otra cosa: “Fueron viniendo”, argumenta con sencillez.

Admite, casi autocrítica, que no se relacionaba tanto con la gente, y que tal vez esa lejanía social le acotó la posibilidad de acceder a más asesoramiento en materia de profilaxis o de planificación familiar.

Vivíamos en el campo; después llegamos a Río Tercero y nunca me traté mucho con nadie”, justifica.

Nacida en Comodoro Rivadavia, vive en Río Tercero en una tan humilde como digna casa propia. Ni por asomo parece suficiente para albergar a toda a la familia.

Hicimos la primer piecita de barro. La gente del barrio nos miraba y varios nos dieron una mano con los materiales. De a poco hicimos más piezas, ahora tenemos cuatro, más el baño y la cocina”, cuenta. Desde hace tres años está sola, sin pareja.

No siempre se me abrieron las puertas, pero yo nunca bajé los brazos”, recuerda retorciendo sus manos-.

No le entra en su razonamiento alejarse de sus hijos por sus carencias económicas. Lo dice así: “Yo nunca los dejaría como veo que a veces hacen con los chicos. Ellos no pidieron venir al mundo, están y hay que atenderlos”.

Fuerza espiritual

Entre carencias y sufrimientos, la drogadicción también golpeó a su hogar: “Es bravo cuando tenés problemas con tus hijos por drogas. Gracias a Dios salieron los dos, por la ayuda de los evangelistas”, señala.

Lilian habla con la misma sencillez con que vive. Comenta que no sabe leer y que el objetivos de su vida es que sus hijos “sigan adelante, que estudien, que no bajen los brazos”. De ese modo, espera que tengan una vida sin tantos sobresaltos económicos y puedan superar su propia situación.

Y se convence al plantear: “Me tienen a mí nomás, yo soy la cabeza. Vivo por ellos”.


Este artículo fue publicado en “La Voz del Interior” - Córdoba, Argentina, el 16 de octubre de 2010

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