E Quinto Evangelio


Rudolf Steiner


Conferencia 2

Colonia, Alemania, 18 de noviembre de 1913


Antes de continuar con el estudio de la vida de Jesucristo, quisiera referirme brevemente a la forma en que se obtiene esta información. Desde luego, un tema tan vasto sólo puede ser esbozado en pocas palabras. Pero quiero que tengan una idea de qué es lo que podemos llamar investigación ocultista, al nivel en que es posible penetrar hasta datos concretos como, por ejemplo, los que consideramos aquí ayer.

Para comenzar, podemos decir que esta investigación se basa sobre un estudio de la Crónica de Akasha. En artículos publicados en la revista “Lucifer-Gnosis” bajo el título de “From the Akasha Chronicle”, he descripto, en términos generales, cómo ha de entenderse la lectura de la Crónica de Akasha. Queda claro que hechos diferentes sobre acontecimientos cósmicos y sobre el ser cósmico han de investigarse de maneras diferentes, ahora, pues, quisiera ser más específico sobre lo que ya se ha dicho.

Básicamente, en el universo no hay otra cosa que conciencia. Salvo la conciencia, todo lo demás pertenece al dominio de maya, o la gran ilusión. Estos hechos se pueden encontrar en dos lugares –también en otros, pero especialmente en estos dos: en la descripción de la evolución de la tierra desde el antiguo Saturno a Vulcano que aparece en La ciencia oculta en bosquejo, donde la evolución desde el antiguo Saturno al antiguo Sol, del Sol a la antigua Luna, de la Luna a la Tierra, etc., se describe como fases de la conciencia. Esto significa que si uno quiere alcanzar estos hechos importantes, debe ascender a un nivel en el que los acontecimientos cósmicos consisten en fases de la conciencia. Por lo tanto, si estamos describiendo realidades, sólo podemos describir diversas fases de la conciencia. Esto aparece también en otro libro publicado este verano: El umbral del mundo espiritual. Allí se muestra cómo, a través de un gradual ascenso, la visión del vidente se eleva desde los objetos y procesos que nos rodean –que desaparecen, se disuelven, por así decirlo– y alcanza, finalmente, la región en la que sólo hay seres en diversas fases de conciencia. De modo que las verdaderas realidades del mundo son seres en distintas fases de conciencia. Por el hecho de que nosotros vivimos en la fase humana de la conciencia, y que en esta fase de conciencia no tenemos una visión completa de las realidades existentes, el efecto es que lo que es irreal se nos aparece como real.

Basta con hacerse la siguiente pregunta. ¿Es un pelo humano una realidad, aun en sentido acotado? ¿Tiene existencia independiente? Sería absurdo decir que un pelo humano tiene existencia independiente. Tiene sentido considerarlo como algo que crece del cuerpo humano, de otra manera no tiene posibilidad de existir por sí solo. Todo el mundo coincidiría en que es absurdo decir que un pelo tiene existencia independiente. Comúnmente se toma a una planta como un ser individual, pero la planta no tiene más de ser individual que un pelo. Pues lo que el pelo es en relación con la cabeza, lo es la planta en relación con el organismo terrestre, y no tiene ningún sentido considerar a la planta de manera aislada. Debemos pensar en la tierra como análoga al hombre, y en todas las plantas como pertenecientes a la tierra, de la misma manera que lo son los pelos con respecto a nuestra cabeza. No hay más posibilidad de que la planta exista como ser independiente fuera del organismo terrestre que de que un pelo exista sin una cabeza en la cual crecer. Es importante saber cuándo no tomar algo como un ser autónomo. Todo aquello a lo que el ser humano pueda acceder y que no tenga sus raíces en la conciencia no es un ser independiente. Todo tiene sus raíces en la conciencia, sólo que de diferentes maneras.

Consideremos el pensamiento, es decir, lo que nosotros como humanos pensamos. En principio, estos pensamientos están en nuestra conciencia, pero no sólo están en nuestra conciencia. Al mismo tiempo están en la conciencia de los seres de la jerarquía inmediatamente superior a la nuestra, los angeloi, los ángeles. Si bien nosotros podemos tener un pensamiento, todos nuestros pensamientos son los pensamientos de los ángeles. Los ángeles piensan nuestra conciencia. Así, pues, cuando ascendemos a la clarividencia, tenemos que desarrollar una sensibilidad diferente para percibir a los seres de los mundos superiores, que la que tenemos en la realidad ordinaria. Si pensamos como lo hacemos en la existencia físico-sensorial terrestre, no podemos lograr la clarividencia superior. Uno no debe meramente pensar, también debe ser pensamiento, y ser consciente de que es pensamiento. No es fácil, pues no existen aún palabras humanas para describir cuál es la sensación de esta manera de percibir. Pero, a modo de comparación, podemos decir: hacemos todo tipo de movimientos, y si no miramos estos movimientos en nosotros mismos, pero los observamos en los ojos de otra persona, y vemos allí el reflejo de nuestros propios movimientos, nos decimos: al observar de esta manera, sabemos que estamos haciendo esto o aquello con las manos o con la expresión facial. Esta es la sensación que se tiene ya en el siguiente nivel de clarividencia. Sabemos en general que estamos pensando, pero nos vemos hacerlo en la conciencia de los seres de la jerarquía inmediatamente superior a la nuestra. Dejamos que los ángeles piensen nuestros pensamientos. Debemos darnos cuenta de que nosotros no realizamos nuestros pensamientos, sino que los seres de la siguiente jerarquía lo hacen. Debemos sentir la conciencia de los ángeles ondulando y entretejiéndose. Recibimos entonces información sobre el impulso continuo de la evolución, por ejemplo sobre la verdad del impulso del Cristo, cómo sigue estando activo ahora. Los ángeles pueden pensar este impulso; nosotros los humanos también podemos pensarlo y describirlo si consagramos nuestros pensamientos a los ángeles para que ellos piensen en nosotros. Podemos lograr esto por medio de la práctica continua, como lo describí en mi libro ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? A partir de cierto momento podemos conectarnos con una sensación expresada por las palabras: “Tu alma ya no piensa, es un pensamiento que los ángeles piensan”. Y cuando esto se vuelve una verdad para la experiencia humana individual, se vivencian los pensamientos sobre las verdades del impulso del Cristo, y también otros pensamientos sobre la sabia conducción de la evolución terrestre.

Las cosas relacionadas con las épocas de la evolución de la tierra –la época de la antigua India, la época de la antigua Persia, etc. –son pensadas por los arcángeles. Continuando y profundizando la práctica meditativa podemos no sólo ser pensados por los ángeles, sino ser vivenciados por los arcángeles. Entonces se debe llegar al punto en que uno sabe que está entregando su vida a la vida de los arcángeles. En El umbral del mundo espiritual me refiero a esto con más detalle (también hablé sobre ello en Munich, usando un ejemplo grotesco): cómo uno tiene la sensación, cuando continúa con los ejercicios, como si metiera la cabeza en un hormiguero y las hormigas fueran los pensamientos en movimiento. Mientras que, en la vida corriente, pensamos que pensamos nuestros pensamientos, a través de la práctica nos damos cuenta de que los pensamientos piensan en nosotros, porque los ángeles piensan en nosotros. Y al continuar con la práctica llegamos a la sensación de que los arcángeles nos transportan a diversas regiones del mundo y adquirimos conocimiento sobre esas regiones. Para describir correctamente las antiguas culturas de la India o de Egipto, uno debe entender lo que significa: “Tu alma ha sido transportada a esta o aquella época por un arcángel”. Es como si nuestros fluidos corporales, como la sangre, supieran que ellos son los sostenes del proceso vital y que son transportados a través del organismo. De la misma manera, el vidente sabe que es conducido por los arcángeles a través del proceso vital del mundo.

En cambio, cuando se trata de experiencias individuales del alma, sólo se las puede investigar si el alma le da sentido a las palabras: “El alma se entrega como alimento a los Archai, los espíritus de la personalidad”.

Lo que acabo de decir suena chocante, no obstante es cierto que uno no puede investigar hechos tan concretos como la vida de Jesús de Nazaret antes de encontrarle significado a las palabras: “Uno es ingerido como alimento espiritual y sirve así a los espíritus de la personalidad”. Obviamente esto les suena a locura a quienes viven en el mundo exterior. ¡Claro que sí! Sin embargo es tan cierto como que el trozo de pan que entra a nuestro estómago se convierte en nuestro alimento, y, si pudiera pensar, sabría que su existencia tiene sentido y propósito por el hecho de que nosotros lo hacemos nuestro alimento. Es igualmente cierto que nuestro propósito, el propósito de los humanos, es el de servir como alimento a los Archai. Mientras caminamos por la tierra, somos también seres que son continuamente consumidos, ingeridos por los archai. No se puede negar que, en la vida corriente, las personas ignoran esto y que lo considerarían una locura si alguien les dijera algo así. El hombre es para los Archai lo que un grano de trigo es para nosotros como seres humanos físicos. No sepan esto sólo de manera teórica, sino vivan en relación con los Archai como viviría un grano de trigo si fuera triturado por nuestros dientes hasta convertirse en papilla y pasara por nuestro paladar y nuestro estómago consciente de ser alimento humano. Así, pues, sepan ustedes también: “Soy el alimento de los Archai, soy digerido por los Archai; esa es su vida, que yo vivo en ellos.” Saber esto de manera viva es entrar en la conciencia de los Espíritus de la Personalidad, los Archai. Así como significa entrar en la conciencia de los Arcángeles el saber: “Tu alma es transportada a esta o aquella época por los Arcángeles”; y como signifca entrar en la conciencia de los Ángeles el saber: “Mis pensamientos son pensados por los ángeles”. Si queremos entrar a los mundos superiores, las condiciones de la experiencia deben ser diferentes. Es necesario ser conscientemente consumido por los Espíritus de la Personalidad si se han de investigar hechos concretos de la evolución de la humanidad, tales como la vida de Jesús de Nazaret.

Quizás lo que he dicho servirá para demostrar que esta investigación ocultista es completamente diferente de la investigación en el mundo exterior. Si podemos entender las analogías de manera correcta, nos pueden ofrecer indicaciones certeras: podemos imaginarnos a nosotros mismos como granos de trigo triturados por nuestros dientes hasta hacernos papilla, para formarnos una imagen mental, que es una analogía del leer en la conciencia de los Archai. Uno tiene que ser mentalmente triturado y sentirlo. Significa que la investigación superior no es posible sin dolor y sufrimiento interior. Si la investigación en el mundo espiritual es tan abstracta que no produce dolor, como la investigación en el mundo físico, entonces no se puede lograr otra cosa que no sea una completa fantasía.

De ahí mis esfuerzos, al describir ayer la vida de Jesús, de separarla de conceptos y descripciones abstractas. Recuerden lo que dije para intentar señalar lo que es importante. Dije: esta fue la vida de Jesús de Nazaret desde los doce, dieciocho y hasta los treinta años. Lo que describí es menos importante que tener una sensación vívida de aquello por lo que tuvo que pasar el alma de Jesús, sentir el dolor de la soledad, el dolor interminable de tener que estar solo frente a las falsedades que muchos escuchaban. Quise señalar los sentimientos de Jesús de Nazaret. Su gran triple compasión por la humanidad desde los doce a los treinta años. No es describiéndose los hechos a uno mismo o a otros que uno llega a saber algo del significado de la experiencia de Jesús como preparación para el Misterio del Gólgota, sino más bien concibiendo una idea –una imagen mental– que conmocione y conmueva su alma, una imagen de lo que ese hombre, Jesús de Nazaret, tuvo que sufrir antes del Misterio del Gólgota para que el impulso del Cristo pudiera incorporarse a la evolución de la tierra.

De esta manera, se forma una idea vívida del impulso del Cristo pues se revive el sufrimiento, es decir que uno debe describir los hechos relacionados con estas cosas tratando de evocar sentimientos. Esto lo pueden ver en la manera en que traté de describir en pocas palabras lo que es la investigación de Akasha. Cuanto más podamos sentir en nosotros la marea de sentimientos que se sucedían dentro de ese ser que era Jesús de Nazaret, más podremos comprender tales misterios.

Me he referido muchas veces a lo que sucedió luego –que, por medio del bautismo en el Jordán, habiendo ya los tres cuerpos de Jesús de Nazaret [físico, etérico, astral] sido espiritualizados por el yo de Zoroastro, penetró en ellos el Cristo, es decir, el ser que descendió del reino espiritual y cuyo destino era vivir dentro de un cuerpo humano durante tres años. Es importante entender lo que este hecho significa; puesto que es un hecho fundamentalmente diferente de todos los demás hechos de la evolución de la tierra. Esto debe quedar en claro.

Podemos considerarlo desde una perspectiva humana, y decir: “Existió una vez un hombre tal como lo hemos descripto. Ese hombre recibió al Cristo, al impulso del Cristo”. Pero también podemos considerarlo de manera diferente, aunque algo escueta en representaciones; no importa, mediante nuestra preparación científico-espiritual, podremos encontrarle sentido.

Imaginen que formamos parte de un consejo pero no como hombres, sino de un consejo de las jerarquías superiores en el que los seres superiores están considerando el Misterio del Gólgota. En sentido espiritual, este cambio de perspectiva es posible. Una comparación podría ser: tenemos ante nosotros una montaña y, a mitad de camino hacia la cumbre, hay un pueblo. Podemos ver el pueblo desde abajo, pero también se lo puede ver desde la cumbre. Naturalmente nosotros casi siempre observamos el Misterio del Gólgota desde una perspectiva humana. Pero también podríamos escalar hasta la esfera de las jerarquías superiores. ¿Cómo hablaríamos entonces del Misterio del Gólgota? Tendríamos que decir: Cuando comenzó la evolución de la tierra, los seres de las jerarquías superiores tenían ciertas intenciones para con la humanidad. Querían guiar la evolución de la tierra en determinada forma. Pero Lucifer se entrometió en ese plan previsto para los asuntos terrenos de la humanidad. De modo que si estamos observando la evolución de la tierra como un ser de las jerarquías superiores, vemos que Lucifer cambió la dirección de la evolución de nuestro plan original.

Y diríamos: no todo lo que sucede allí abajo se debe a nosotros. Lucifer está continuamente interviniendo. Debido a la intervención de Lucifer, y luego de Ahriman, hay un elemento extraño presente en la evolución de la humanidad. Los seres de las jerarquías superiores podrían expresarlo así: “En cierta medida, hemos perdido la esfera de la tierra. Hay fuerzas allí que alejan a la tierra y a su humanidad de nosotros”.

La conducción por parte de las jerarquías superiores es progresiva; cada una de ellas participa según sus poderes, primero las más bajas. Todas las jerarquías participan en la evolución de la tierra, hasta las más altas, pero estas últimas dejan ciertas tareas a sus subordinados –a los Ángeles, Arcángeles y Archai. Así que estas son las primeras en actuar en el proceso evolutivo.

Nos trasladamos –con toda humildad, por supuesto– al consejo de las jerarquías superiores, no a un consejo de hombres. Entonces podemos decir: “Nuestros mensajeros, los Ángeles, Argcángeles y Archai, están allí; ellos podrían llevar a cabo nuestras órdenes muy bien si no hubieran poderes extraños en la esfera de la tierra”. Y el gran consejo decide algo así como: “Ya que no pudimos impedir que Lucifer y Ahriman interfirieran con la evolución de la tierra, nuestros subordinados, los Ángeles, Arcángeles y Archai, perdieron, a partir de cierto momento, la capacidad de hacer por la humanidad lo que había que hacer para cumplir con nuestras intenciones”. Y ese momento fue cuando se produjo el Misterio del Gólgota.

A medida que ese momento se aproximaba, los dioses de las jerarquías superiores debieron decir: “Estamos perdiendo la posibilidad de que nuestros subordinados intervengan en las almas humanas. Puesto que no pudimos disuadir a Lucifer y Ahriman, solamente hemos podido actuar a través de nuestros subordinados hasta este momento. Hay fuerzas que surgen en las almas humanas que no ya no pueden ser conducidas por los Ángeles, Arcángeles y Archai. Los seres humanos se están alejando de nosotros por los poderes de Lucifer y Ahriman”.

Ese era realmente el ánimo –si se me permite el término– que imperaba en el cielo a medida que se aproximaba el momento fijado para el comienzo de una nueva era. Puesto que sus subordinados ya no pudieron, a partir de cierto momento, cuidar suficientemente a la humanidad, esto se convirtió en la “angustia” de los dioses. Ustedes no habrán de malinterpretar esto pues están preparados por medio de la ciencia espiritual para entender que las expresiones tienen un sentido y un valor anímico diferentes cuando se emplean para describir los mundos superiores.

Esta ansiedad divina creció, cada vez más inquietante, más preocupante –si se me permite la expresión–, en los cielos. De modo que se tomó la decisión de enviar a la tierra al Espíritu del Sol para sacrificarlo: “De ahora en más, optará por un nuevo destino, en vez de ocupar un lugar en el consejo de los dioses; entrará a la esfera en la que viven las almas humanas. A ellas les ofrecemos el sacrificio de este Espíritu del Sol. Hasta ahora ha vivido entre nosotros, en las esferas de las jerarquías superiores; ahora habrá de entrar al aura terrestre a través del portal de Jesús”.

Así es como se veía todo desde arriba, en el consejo de los dioses, a medida que se aproximaba el Misterio del Gólgota. Se trataba de un asunto de los dioses que guían a la tierra, no simplemente de un asunto humano. Se lo puede entender como que los dioses no se preguntaban simplemente: “¿Qué hay que hacer para que la humanidad no se pierda en su escarpado camino?”, sino más bien: “¿Qué debemos hacer nosotros, los dioses, para crear un contrapeso para lo que ha sucedido por haber tenido que permitir que Lucifer y Ahriman entraran a la evolución de la tierra?”

Entonces uno puede sentir que el Misterio del Gólgota es otra cosa que un mero acontecimiento terrestre, que es un asunto de los dioses, un acontecimiento del mundo de los dioses. En verdad, fue más importante para los dioses tener que entregar a Cristo a la tierra que para la humanidad recibir a Cristo.

¿Y qué es conocer el Misterio del Gólgota sino reconocerlo como el acontecimiento central de la tierra? Reconocer que, cuando uno contempla el Misterio del Gólgota, lo ve como una cuestión de los dioses, que los dioses abrieron una ventana al cielo, ¡que, por un momento, los dioses revelaron sus asuntos a los ojos humanos y los hombres pudieron observar esos asuntos divinos! Uno debe aprender esta forma de mirar el Misterio del Gólgota imaginando que, si uno fuera a pasar delante de la casa celestial, podría mirar por esa ventana y ver lo que de otro modo queda invisible detrás de las paredes de la morada de los dioses.

La persona que tiene un sentimiento de reverencia hacia la naturaleza oculta del Misterio del Gólgota es como alguien que camina en silencio alrededor de una casa que está siempre cerrada, sospechando tan sólo lo que sucede en su interior. En un momento dado aparece una ventana por la que puede observar una pequeña parte de lo que sucede adentro. Para la humanidad, el Misterio del Gólgota es ese tipo de ventana hacia el mundo espiritual. Por eso debemos sentir lo que sucedió cuando el Cristo descendió y se incorporó al cuerpo –o mejor dicho, a los tres cuerpos –de Jesús de Nazaret. Debemos absorber esta idea cada vez más profundamente: que, a través del Misterio del Gólgota, somos testigos de un acontecimiento divino.

Cuando hablamos de este tipo de cosas, debemos usar las palabras de manera diferente a como las usamos en la vida ordinaria. Tenemos que hablar de cosas como la “angustia” y el “miedo” de los dioses antes del Misterio del Gólgota. Hay que usar las palabras de manera diferente para referirse a los hechos espirituales de la humanidad. Es muy fácil, para quienes están dispuestos a hacerlo, denigrar algo que se expresa en el más sagrado sentido –ya sea por estupidez, frivolidad, orgullo u otros motivos. Todo lo que tienen que hacer es torcer el significado de las palabras hacia la forma en que son usadas en la vida exotérica. De esa manera, se las puede transformar en lo opuesto de lo que se quiere decir, aunque ellas obedezcan a la necesidad de expresar las verdades del mundo espiritual que son tan difíciles de extraer del alma. Se tergiversan sus significados, logrando que suenen ridículas o satánicas.

Esto es muy común en nuestra época. Y quienes deberían proteger el tesoro de las verdades espirituales sagradas, que son tan necesarias para las almas humanas en estos tiempos, no están suficientemente alerta.

¡Cómo nos gusta alimentar nuestro espíritu con comodidad! ¡Cuántas cosas lamentables tenemos que ver! Si al hablar del espíritu vamos apenas más allá del materialismo, la gente se manifiesta satisfecha puesto que de esa forma no necesita esforzarse, en especial, no necesita violentar sus sensibilidades. Lo que debemos sentir es que, por participar en la consideración de los acontecimientos más sagrados de la evolución terrestre, tenemos responsabilidad por los tesoros de conocimiento relativos al mundo espiritual. En nuestra época, existe una gran frivolidad sobre tales cuestiones, y la gente es proclive a tomarlas con liviandad. Uno verá esa frivolidad aparecer aquí y allá, pero sólo habrá de reconocer su abominable naturaleza si está suficientemente alerta y si su corazón está suficientemente encendido para las más sagradas de las verdades espirituales. Quizás entonces uno pueda apreciar el valor de los tesoros espirituales y convertirse en su guardián. Y estamos todos llamados a protegerlas juntos.

Quizás la forma más simple de referirse a algo tan importante sea que el Misterio del Gólgota no es un mero asunto humano, sino también un asunto de los dioses y que nosotros podemos observar ese asunto de los dioses. Pero la forma en que esto habrá de ser distorsionado será tal que tengo dudas incluso hasta de mencionarlo. Quizás llegará el momento en que se tome conciencia de que debemos reformular las palabras del mundo sensible al usarlas para el mundo suprasensible, y de que es fácil adjudicarles otros significados.

El cristianismo expresa de manera popular lo que acabo de señalar con estas palabras: “El Padre sacrificó a su hijo por la humanidad”. Estas palabras describen con sentido popular lo que los corazones humanos sienten, aunque el verdadero significado sea: “El Misterio del Gólgota es un asunto de los dioses”.

Y si tenemos en cuenta todo lo que he dicho, podemos tener una idea de lo que ocurrió durante el suceso que llamamos el bautismo por parte de Juan en el Jordán. A lo que le siguió la tentación, que también se describe en los Evangelios. Desde la perspectiva de la Crónica de Akasha, diríamos: después de que Jesús de Nazaret incorporó en sí al Cristo, tuvo que irse al desierto. Allí tuvo visiones clarividentes, que están descriptas con bastante precisión por las palabras de los autores clarividentes de los Evangelios. También se podría decir que el Cristo estaba ahora realmente ligado a los tres cuerpos de Jesús, es decir que, habiendo descendido del mundo espiritual, se encontraba limitado por las capacidades de los tres cuerpos. Por lo tanto, sería falso pensar que Cristo, por pertenecer a un mundo superior, del cual había descendido, podía ahora visualizar inmediatamente ese mundo superior. No era así. Quien halle esto incomprensible, debe reflexionar nuevamente acerca de lo que significa ser clarividente. ¡Ustedes son todos clarividentes! ¡Todos! No hay nadie aquí que no sea clarividente. ¿Entonces por qué es que no ven todos clarividentemente? Porque no han desarrollado los órganos para poder usar las fuerzas que residen en todos los humanos. No es una cuestión de tener capacidades, sino de poder usarlas.

El Cristo tenía todas las capacidades posibles pero, dentro de los tres cuerpos de Jesús de Nazaret, sólo tenía las capacidades que le correspondían a esos tres cuerpos. Por eso es que tuvieron que ser preparados de manera tan complicada. Las capacidades de esos tres cuerpos eran verdaderamente capacidades elevadas, superiores a las capacidades equivalentes de todos los demás seres humanos de la tierra, pero el Cristo estaba limitado por ellas de la misma manera que las capacidades clarividentes que ustedes tienen están limitadas por los órganos que ustedes aún no pueden usar aunque los tengan. El remanente de las capacidades que el alma de Zoroastro había dejado en los tres cuerpos de Jesús de Nazaret, le permitieron a Jesucristo confrontar a un ser que podía generar todo el orgullo y la arrogancia de la que es capaz un alma humana. Este ser confrontó a Jesucristo.

En ese momento Jesucristo percibió lo que ese ser intentaba hacer con el lenguaje de las visiones, lo que la Biblia dice en estas palabras: “Todos los reinos que ves ante ti” –reinos del mundo espiritual– “pueden ser tuyos si me reconoces como señor de este mundo”. Si uno está lleno de orgullo y arrogancia, y lleva esto al mundo espiritual, uno puede poseer el reino de Lucifer en ese mundo porque la arrogancia ahoga a todo lo demás, nada queda salvo la arrogancia. Pero el hombre no está preparado para esto; significaría enfrentar un destino terrible.

Jesucristo se enfrentó con esta posibilidad. Entonces dos imágenes se le aparecieron ante el alma. La primera fue una imagen de su experiencia en el camino hacia el río Jordán, cuando se encontró con el hombre desesperado, como lo relaté ayer. Y, una vez más, la figura que se le había aparecido en un sueño al hombre desesperado apareció ante el alma de Jesús de Nazaret y le dijo: “Reconóceme como señor del mundo”. Entonces, Jesús reconoció a la figura como la que había visto en los portales de los esenios: ¡Lucifer! Supo, pues, que era Lucifer quien le estaba hablando, y repelió el ataque. Derrotó a Lucifer.

Luego dos seres vinieron a atacarlo y la impresión que él tuvo fue más o menos como la describe la Biblia: “Demuestra tu intrepidez, tu fuerza, demuestra lo que eres capaz de hacer como hombre arrojándote desde las alturas sin miedo a lastimarte”. Tal experiencia puede despertar en el alma humana conciencia de fortaleza y coraje, pero también la puede volver sensualista. Dos figuras aparecieron delante de él. Así como antes había tenido la impresión de que eran Lucifer y Ahriman quienes huían de los portales esenios, tuvo ahora la impresión de que dentro de una de esas figuras estaba el mismo ser con quien se había encontrado el leproso y que se había presentado como la muerte. Debido a esas experiencias pudo reconocer a Lucifer y Ahriman. Revivió lo que había experimentado en el camino al Jordán. Y también repelió este ataque y derrotó a Lucifer y Ahriman.

Entonces volvió a aparecer Ahriman y hubo una especie de tentación. Ahriman le dijo a Jesucristo algo similar a lo que la Biblia expresa así: “Haz que estas piedras se conviertan en pan para demostrar tu poder”. Pero esta vez Jesús no pudo darle una respuesta completa a la demanda de Ahriman. Había podido repeler los dos primeros ataques: el ataque de Lucifer solo y luego el de Ahriman y Lucifer juntos, en el que se neutralizaron mutuamente. Pero ahora no pudo repeler el nuevo ataque de Ahriman. El hecho de que Jesucristo no pudiera repeler totalmente el ataque de Ahriman tuvo significación para la efectividad del impulso del Cristo en la tierra.

Tengo que describir lo que esto significa de manera sencilla, casi frívola: haz que estas piedras se conviertan en pan para que se conviertan en el alimento de la humanidad. Las jerarquías superiores no podrán eliminar a Ahriman completamente del campo de la evolución humana hasta la época de Vulcano. Nunca será posible, por medio de esfuerzos puramente espirituales, derrotar las tentaciones interiores de Ahriman: los deseos, las ansias y anhelos que nacen del interior, y lo que surge como arrogancia y sensualidad. Cuando Lucifer ataca a los hombres solo, puede ser derrotado por la espiritualidad. También cuando Lucifer y Ahriman atacan juntos desde el interior, pueden ser derrotados por medios espirituales. Pero cuando Ahriman está solo, sumerge su efectividad en los hechos materiales de la evolución terrestre. Eso no se puede repeler completamente.

Ahriman, Mefistófeles, Mammón –todos significan lo mismo. Están inmersos en el dinero y en todo lo relacionado con el egoísmo humano. El hecho de que sea necesario que la vida humana esté unida a las cosas materialistas significa que la humanidad debe tener en cuenta a Ahriman. Para poder ayudar a la humanidad de manera adecuada, Cristo tuvo que permitir que Ahriman actuara. Ahriman, lo material, tiene que estar activo hasta el final de la evolución de la tierra. Su obra tuvo que continuar sin ser derrotada por Cristo, sin ser del todo doblegada. El Cristo debe aceptar la lucha con Ahriman hasta el final de la evolución terrestre. Ahriman tuvo que subsistir.

Nosotros como humanos podemos derrotar los ataques de Lucifer y los ataques de Lucifer y Ahriman juntos. La lucha en el mundo material exterior tiene que continuar hasta el final de la evolución de la tierra. Por eso Cristo tuvo que refrenar a Ahriman, pero permitiéndole estar junto a él. Por esta razón, Ahriman se mantuvo activo durante los tres años en que Cristo obró en el cuerpo de Jesús de Nazaret, y se introdujo en el alma de Judas y fue decisivo en la traición a Jesús. Lo que sucedió a través de Judas está relacionado con la tentación en el desierto luego del bautismo en el Jordán.

Lenta y gradualmente el Cristo se unió con los tres cuerpos de Jesús. Esto llevó tres años. Al comienzo el vínculo era débil y, luego, se fue metiendo cada vez más en los tres cuerpos. Sólo cuando faltaba poco para la muerte, los tres cuerpos llegaron a estar verdaderamente impregnados por el Cristo. Y todo el sufrimiento y el dolor que experimentó durante las tres fases de su desarrollo aumentó inconmensurablemente a medida que se sumergía más y más en los tres cuerpos humanos. Era un dolor continuo, pero un dolor que se transformaba en amor y amor y más amor.

Y también sucedió lo siguiente. Cuando observamos cómo vivió Jesucristo durante el primero, el segundo y el tercer año que pasó junto a sus discípulos más cercanos, vemos que fue diferente en cada año. Durante el primer año, Cristo estaba, como lo he señalado, unido sólo débilmente al cuerpo de Jesús de Nazaret. De modo que había momentos en los que el cuerpo físico se encontraba en un lugar y el Cristo en otro. Los otros Evangelios informan que el Señor aparecía ante los discípulos en un lugar cuando su cuerpo físico estaba en algún otro lugar –es decir, que el Cristo andaba por la tierra en espíritu.

Eso fue al comienzo. Luego, el Cristo se unió más y más con el cuerpo de Jesús de Nazaret. Más tarde, cuando Cristo estaba con su círculo de discípulos más cercanos, éstos estaban tan íntimamente unidos a él que nunca se separaba de ellos. Cuanto más se introducía Cristo en su propio cuerpo, más vivía en el ser interior de sus discípulos. Andaba por la tierra con sus discípulos. Hablaba a través de alguno de esos discípulos del círculo íntimo y, luego, a través de otro. Es decir que, cuando iban de un lugar a otro, ya no era sólo Jesucristo quien hablaba, sino también los discípulos; pero Cristo hablaba a través de ellos. Vivía en sus discípulos con tal fuerza que, cuando hablaba a través de uno de ellos, la expresión facial del discípulo cambiaba tanto que la gente que lo escuchaba tenía la sensación de que se trataba del maestro. Y en cambio, cuando hablaba quien verdaderamente era Cristo, era tan modesto que parecía un hombre común. De esa manera habló Cristo a través de sus discípulos en todas partes. Ese fue el secreto de su efectividad durante el último de los tres años.

Mientras andaba así con sus discípulos, se volvía más y más peligroso a los ojos de sus enemigos y éstos se preguntaban: “¿Cómo podemos atraparlo? No podemos arrestar a todo el grupo. Y si atrapamos al que está hablando, nunca podemos saber si es él o es otro. Si agarramos al que no es, el verdadero se escapa”. Ese era su mayor temor. Sabían que a veces hablaba uno y otras veces otro. Y el verdadero era irreconocible pues asumía la forma común de otro.

Sucedía algo extraordinario con ese grupo. Y, por lo tanto, se hacía necesaria una traición. La forma en que comúnmente se describe esto es equivocada. ¿Qué significado puede tener que Judas tuviera que besar al verdadero? Según los relatos usuales, no debería haber resultado difícil atrapar a Jesús de Nazaret. El beso, pues, no habría tenido ningún sentido si alguien que conocía al verdadero Jesús tenía que señalárselo a quienes podían ya conocerlo. Pero por las razones que he expresado, los enemigos no sabían cuál era el verdadero.

Sólo cuando el gran sufrimiento –el Misterio del Gólgota– estuvo ante él, se completó la unión total del Cristo con los cuerpos de Jesús de Nazaret. Lo que ocurrió entonces está bellamente descripto en los otros Evangelios. Para el vidente que lo lee en la crónica de Akasha, es un hecho real que, mientras Cristo colgaba de la cruz, tuvo lugar algo así como un eclipse de sol en la zona del Gólgota. No puedo determinar si fue un eclipse de sol o un fuerte oscurecimiento de las nubes, pero sí que hubo un oscurecimiento como el que se puede ver durante un eclipse de sol en el área en que se produjo el acontecimiento del Misterio del Gólgota.

Cuando la visión ocultista observa la vida en la tierra durante un oscurecimiento de ese tipo, todas las cosas vivientes se le aparecen de manera diferente que cuando no hay tal oscurecimiento. En las plantas, es diferente la conexión entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico. Y en los animales, el cuerpo astral y el cuerpo etérico aparecen completamente diferentes. Durante un eclipse de sol, las cosas son diferentes sobre la tierra a cómo lo son cuando el sol simplemente no está durante la noche. Por supuesto, no es ese el caso cuando el cielo se cubre normalmente de nubes; sólo sucede cuando ocurre un oscurecimiento especialmente denso. Y tal oscurecimiento se produjo en ese momento. Como dije, no puedo aún definir si se trató de un eclipse de sol, pero lo que se ve es como un eclipse de sol. Mientras esta transformación de la tierra tenía lugar, también en sentido físico, aquel a quien llamamos el Cristo pasó a integrar el aura viviente de la tierra. A través de la muerte de Jesucristo, la tierra recibió el impulso del Cristo.

El suceso más grande de la tierra tiene que ser descripto con estas palabras tan simples y vacilantes porque es imposible siquiera aproximarse a tal grandeza con palabras humanas.

Cuando el cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz y colocado en una tumba, se produjo un fenómeno natural. Se levantó un torbellino y, entonces, la tierra se abrió y el cuerpo de Jesús fue tragado por ella mientras el viento le arrancaba la mortaja y la arrojaba lejos del cuerpo. Es impersionante ver cómo la ubicación de la mortaja descripta en el Evangelio de San Juan coincide con esta visión.

Estos dos sucesos (el oscurecimiento de la tierra, el terremoto y el fuerte torbellino) muestran, en un punto de la evolución de la tierra, cómo los acontecimientos naturales coinciden con los acontecimientos espirituales. En otras circunstancias, tales cosas sólo ocurren, con los seres vivos, cuando, por ejemplo, el pensamiento y la decisión de la voluntad preceden a un movimiento de la mano. En la vida corriente sólo nos interesan estos fenómenos mecánicos. Únicamente en un momento muy especial fue que coincidieron un fenómeno espiritual y dos fenómenos físicos –esto también ocurrió en otros sucesos terrenales, pero de manera muy especial en este.

No creo que la consideración de estos hechos concretos –que ahora es posible relatar a un reducido número de personas como una suerte de Quinto Evangelio– le pueda quitar valor a las grandes ideas sobre el Misterio del Gólgota que hemos trabajado de manera más teórica. Al contrario, creo que si dejamos que estos hechos concretos obren sobre nosotros cada vez más profundamente, sentiremos que lo que previamente se presentó de forma más teórica, más abstracta, se fortalece. Nos daremos cuenta, a través de estos hechos, que en esta, nuestra propia época de la evolución terrestre, han de suceder acontecimientos importantes.

Por medio de estos hechos concretos, ustedes podrán quizás llegar a desarrollar los sentimientos y disposición del alma adecuados en cuanto al Misterio del Gólgota. Y es esa calidad de sentimiento lo que quise transmitir a sus almas con lo que les he relatado del Quinto Evangelio. Tal vez algunos de ustedes puedan asistir a otras conferencias sobre el Misterio del Gólgota, o quizás podamos continuar aquí en Colonia. Y es que es menester recalcar: a pesar de que, en la actualidad, la gente muestre tan poco interés por oír hablar de los hechos que hemos tratado hoy, existe una gran necesidad de que esos hechos ingresen a la evolución humana, especialmente ahora. Por eso han sido revelados, aunque es muy difícil hablar de estas cosas. Y yo, aunque pueda no sentirme inclinado a hablar sobre ellos, lo hago por un sentido de responsabilidad interior, en tanto haya personas que los escuchen. Serán necesarios en la evolución de la humanidad. Los que ahora los están escuchando seguramente los habrán de necesitar para el trabajo espiritual que están haciendo para promover el desarrollo de la humanidad.

Gradualmente estamos aprendiendo, a través de nuestras consideraciones, lo que debe surgir en nuestras almas para ser miembros útiles de la progresiva evolución humana. Ese es el significado de la evolución humana sobre la tierra –que las almas humanas sean más conscientes de sus tareas.

El Cristo ha venido. Su impulso está actuando. Durante mucho tiempo sólo pudo actuar en el inconsciente; luego tuvo que actuar a través de lo que se comprendía hasta ese momento. Pero será cada vez más necesario que el hombre aprenda a comprenderlo, a comprender al Cristo, que por medio de los cuerpos de Jesús de Nazaret ha ingresado al aura de la tierra y a la evolución humana.


Traducida de la versión inglesa por Maria Teresa Gutiérrez

Conferencia 1

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