La Sociedad Antroposófica Artificial

por Frank Thomas Smith

Yo creía que había una sola Sociedad Antroposófica con sede central en Dornach, Suiza. Por supuesto que sí, ¿y por qué no? Sin embargo, hace mucho y por muy poco tiempo hubo dos, una real y una artificial. La artificial sobrevivió, la real no.

Empecemos por dónde y cómo me enteré de todo esto.

En 1962, mi empleador –la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA)– me trasladó de Nueva York a Buenos Aires. Iba acompañado por mi esposa y mi hija de tres años. Mi esposa era de origen alemán. Nos conocimos cuando yo estaba en el ejército de los Estados Unidos en Alemania, así que tanto yo como nuestra hija también hablábamos alemán.

La IATA no tenía una organización en Argentina, de modo que, en cuanto a mi trabajo, me encontraba solo, sin hablar español. Por pura suerte o por destino, encontramos una casa para alquilar en un suburbio de Buenos Aires llamado Florida. Allí vivían muchos alemanes, sobre todo inmigrantes que habían llegado después de la Segunda Guerra Mundial. También había una escuela Waldorf alemana, aunque no la conocíamos cuando nos mudamos: la Rudolf Steiner Schule.

El jardín de infantes fue la elección obvia para nuestra hija. Ella siguió en la Rudolf Steiner Schule después del jardín de infantes. Fue cuando estaba en segundo grado que hubo un conflicto entre los maestros, hasta el punto de que su maestra de grado fue brutalmente despedida. Mi esposa y yo, junto con muchos otros padres, nos opusimos enérgicamente. Incluso intentamos tomar control de la escuela, sin éxito. Así que nosotros y un pequeño grupo de padres retiramos a nuestros hijos de esa escuela, que aún contenía un ligero aroma a la historia reciente de Alemania, y abrimos nuestra propia escuela.

Así fue que yo, nuevo en la pedagogía Waldorf y en la antroposofía, me encontré siendo profesor part-time (de inglés) y administrador de una escuela Waldorf. También me había interesado por la Antroposofía, y me hice miembro de la “Sociedad Antroposófica en Argentina”, lo cual incluía la membresía en la “Sociedad Antroposófica General” en Dornach.

Mi tarjeta de miembro, diseñada por el propio Rudolf Steiner, y enviada por correo desde Dornach, decía “Sociedad Antroposófica”, es decir, sin “General”. Puede que esto me haya llamado la atención, pero no demasiado. Más tarde se convirtió en una omisión muy importante. Incluso me convertí en Miembro de la Primera Clase, también con tarjeta de miembro, originalmente accesible sólo para aquellos dedicados a la Antroposofía.

En 1974, IATA me transfirió a Zurich, Suiza. Ni yo ni mi esposa lamentamos tener que irnos (aunque nuestra hija mayor, después de doce años en Argentina, sí lo lamentaba). Era una época peligrosa en Argentina, cuando grupos locales intentaban emular el éxito del argentino Che Guevara en Cuba. Los gerentes de las aerolíneas extranjeras eran blanco fácil para el secuestro y pedido de rescate. Sospeché que esa era la razón principal de mi traslado. Así que nos fuimos volando, del infierno relativo al paraíso relativo, por así decirlo, donde nuestros tres hijos asistieron a la Rudolf Steiner Schule de Zurich.

Pronto me enteré, para mi gran sorpresa, de que la mayoría de los profesores de la escuela no eran miembros de la Sociedad Antroposófica General, sino de otra llamada “Anthroposophische Vereinigung in der Schweiz” (Asociación Antroposófica de Suiza). De hecho, ellos y ésta se oponían a la SAG.

Parece que varios años después de la muerte de Rudolf Steiner surgió un conflicto entre Frau Marie Steiner y el resto de la Junta Directiva (Vorstand) de la SAG, que sostenía que las notas taquigráficas de las conferencias de Steiner pertenecían a la SAG, porque tenían lugar en ese sitio y para sus miembros. Frau Marie, sin embargo, sostenía que toda la obra literaria de Steiner le pertenecía a ella, como su viuda y según su último testamento. Además, estaban en su posesión. Había organizado un equipo de personas que se dedicaban a transcribir las notas taquigráficas al alemán escrito y a publicarlas. La junta directiva del SAG le hizo juicio a Frau Marie ante un tribunal suizo y perdió. (Me asombró la capacidad de los abogados del SAG para imaginar que podrían ganar un caso así). Para cuando Marie Steiner murió en diciembre de 1948, había fundado una empresa a la que le dejó los derechos de la obra literaria de Steiner. Esta organización continuó publicando la obra de Steiner. La SAG demandó nuevamente y perdió nuevamente. Volví a sacudir la cabeza.

Finalmente, obtuve una entrevista con el presidente de la Asociación Suiza para averiguar el motivo de su oposición. Me explicó que los miembros de la junta directiva de la SAG, además de intentar tomar posesión del patrimonio literario de Rudolf Steiner, habían difamado a Marie Steiner, llamándola senil y ávida de poder y cosas peores. Escuché atentamente y no pude evitar simpatizar con los amigos y seguidores de Frau Marie. Antes de irme, le pregunté quién creía que ganaría al final,

la Asociación Suiza o la SAG. “Ellos”, dijo. Sorprendido, naturalmente pregunté por qué. “Tienen el Goetheanum”, respondió, mientras que los derechos sobre las obras de Steiner expirarían en el año 2000.

La cuestión legal pasó a ser irrelevante en el año 2000, setenta y cinco años después de la muerte de Rudolf Steiner, cuando sus obras entraron en el “dominio público”, es decir, cualquiera podía publicarlas, en alemán. Las traducciones tenían sus propios derechos.

Investigaciones posteriores revelaron que, en 1935, cuando los nazis ya habían tomado el control de Alemania, Ita Wegman –miembro fundador– fue expulsada de la Junta Directiva de la SAG, al igual que Elisabeth Vreede (unos 2.000 miembros más fueron expulsados de la SAG en ese momento). ¿Por qué Ita Wegman y Elizabeth Vreede? Había varias posibilidades, razoné. Después de todo, eran holandesas, mientras que los otros miembros supervivientes de la Junta Directiva eran alemanes (2) y suizos alemanes (1). Parece dudoso que Ita y Elisabeth estuvieran de acuerdo con que los demás les rindieran pleitesía a los nazis en Alemania y otros lados, aunque lo hicieran para proteger a la Sociedad Antroposófica y a las escuelas Waldorf de esos lugares. Afortunadamente, sin embargo, los nazis finalmente prohibieron la Sociedad Antroposófica y las escuelas Waldorf, y demás entidades antroposóficas de ese tipo. “Afortunadamente” porque después de la guerra esas entidades, especialmente las Escuelas Waldorf, se beneficiaron por haber sido prohibidas, y fueron así consideradas antinazis por los victoriosos aliados.

Además, consideré dudoso que Frau Marie Steiner pudiera haber estado contenta con la estrecha relación personal de Rudolf Steiner con Ita Wegman.

Pero la verdadera pregunta, que todavía me hago, era: ¿Cómo pudo suceder todo esto con la Sociedad Antroposófica refundada por Rudolf Steiner durante la Conferencia de Navidad de 1923? Él la consideraba, junto con su Universidad Libre para la Ciencia Espiritual, esencial para rescatar a la civilización del acechante y creciente materialismo antes del final del siglo XX. Ahora, en noviembre de 2024, es imposible negar que el materialismo ha dado pasos gigantescos –especialmente en temas como la inteligencia artificial– mientras que la Sociedad Antroposófica (General) es un mero puntito en la pantalla de la computadora de la humanidad.

Volvamos a la trágica historia de la Sociedad Antroposófica a partir de 1925, cuando su constitución, tal como la concibió e implementó originalmente Rudolf Steiner, sufrió una transformación decisiva. A este respecto, hay que recordar que el primer Goetheanum fue incendiado en la víspera de Año Nuevo de 1922. No se trata de una teoría conspirativa. Las autoridades suizas competentes investigaron y determinaron que se trató de un incendio provocado. Pero nunca se determinó quién fue el autor. Sin embargo, no debería haber sido una sorpresa mirando hacia atrás, ya que desde el momento en que se comenzó a construir el edificio de madera del Goetheanum en la zona católico romana de Dornach-Arlesheim, el odio de sus opositores fluyó casi sin cesar. Fue como resultado de esta catástrofe que Steiner decidió refundar la Sociedad Antroposófica, que originalmente se había fundado en 1912 en Alemania, y de la que Rudolf Steiner no había sido miembro. La Sociedad existía para organizar y financiar sus ciclos de conferencias y otros trabajos similares.

En la nueva Sociedad de 1923, no sólo era miembro, sino también presidente de la Junta Directiva (Vorstand). De este modo, el movimiento antroposófico y la Sociedad debían ahora ser uno, o al menos estar unidos, sin los conflictos habituales entre miembros o grupos. Era, según Steiner, una Sociedad libre sin reglas autoritarias, ni siquiera democráticas.

Leí acerca de esto en la literatura disponible para cualquier interesado. Era lo que había leído años antes en Argentina, y lo que me había convencido (y a muchos otros en muchas otras partes del mundo) de que quería hacerme miembro de la Sociedad Antroposófica General, sin darme cuenta de que no era la Sociedad Antroposófica de la Navidad de 1923.

El hecho de que la Sociedad fuera un caos de conflictos y celos en Argentina se debía, pensé, a que casi nada funcionaba bien en la Argentina de todos modos; Europa debía ser diferente. Pero no lo era; era peor. Cuando me transfirieron nuevamente, esta vez a Alemania, fui a algunas reuniones de la filial de la SAG en Frankfurt, donde yo vivía. Era tan aburrido que me costaba mantenerme despierto.

Un día recibí una carta de Gerhard von Beckerath, a quien había conocido en una reunión en Dornach y a quien respetaba mucho. Adjuntaba una copia de otra carta (todas cartas “reales”: no había Internet en esa época) de Rudolf Saacke en la que Saacke escribía que la SAG no era la verdadera Sociedad Antroposófica. Von Beckerath me preguntó si me gustaría unirme a un pequeño grupo de antropósofos que querían investigar la tesis de Saacke junto con él. Me quedé asombrado y muy interesado. Lamentablemente, ya no tengo esas cartas.

Se organizó una reunión con diez personas: ocho alemanes, un suizo y yo, en Achberg, una ciudad del sur de Alemania, en el “KulturZentrum” de Wilfred Heidt. No recuerdo la fecha de esa primera reunión; fue en algún momento entre 1979 y 1984. Nos reunimos varias veces al año hasta 1984, cuando me transfirieron a Ginebra. Seguí asistiendo a la mayoría de las reuniones posteriores. Sea como fuere, para la fiesta de Micael de 1986 se había redactado un “Memorando” de doce páginas, firmado por los diez integrantes del grupo.

En esencia, ese memorando describe cómo, de acuerdo con los estatutos de la Sociedad Antroposófica refundada en la Asamblea de Navidad de 1923, la Sociedad, según Rudolf Steiner, debía estar libre de toda característica burocrática (Vereinmässigen). De esa manera, el carácter de la Sociedad correspondería a una vida espiritual abierta y libre. El órgano central de esta Sociedad Antroposófica debía ser la “Universidad (Escuela) Libre para la Ciencia Espiritual” en el Goetheanum de Dornach.

Sin embargo, existía otra Sociedad con el nombre registrado de “Sociedad Antroposófica General”. Esta Verein (asociación legal) tenía y aún tiene todas las características burocráticas legalmente necesarias que no tenía la Sociedad Antroposófica de Navidad de 1923. Esta asociación legal ya existía en Alemania cuando se planeó construir el Goetheanum (entonces llamado Edificio San Juan) en Múnich. Cuando se denegó el permiso para construirlo en Múnich, se lo construyó finalmente en Dornach, Suiza, donde se había donado un terreno para ese fin. Y se lo llamó “Goetheanum”.

El 8 de febrero de 1925 se celebró en Dornach una asamblea general de esa Sociedad del Edificio, y se le cambió el nombre por “Sociedad Antroposófica General”. Su Vorstand era el mismo que el de la Sociedad Antroposófica de Navidad de 1923, con Rudolf Steiner como presidente, aunque él no asistió a esa asamblea por enfermedad.

Esa Sociedad del Edificio, ahora rebautizada “Sociedad Antroposófica General” (S.A.G.), tenía cuatro subsecciones, mencionadas específicamente en sus estatutos, a saber:

la Administración de la Sociedad Antroposófica,

la Editorial Filosófico-Antroposófica,

la Administración del Goetheanum y

el Instituto Clínico-Terapéutico.

Quedaba claro, por tanto, que la Sociedad Antroposófica de 1923 seguía existiendo y que su administración debía ser gestionada por la asociación legal (Verein) “Sociedad Antroposófica General”. También hay que tener en cuenta que todos los documentos relativos a la Sociedad de 1923 (estatutos, tarjetas de afiliación como la mía, etc.) dicen “Sociedad Antroposófica” y no “Sociedad Antroposófica General”.

Sin embargo, el 22 de marzo de 1925 se publicó, en The Goetheanum News, un “Comunicado del Comité Ejecutivo (Vorstand)” sobre las decisiones tomadas durante la Asamblea General del 8 de febrero. Estaba firmado por “El Vorstand de la Sociedad Antroposófica General”. Los miembros no tenían forma de saber que se trataba de una Asamblea General de la Sociedad del Edificio del Goetheanum del 8 de febrero y no de la Sociedad Antroposófica de la Asamblea de Navidad de 1923. La forma en que el texto estaba redactado daba la impresión de que se trataba de una Asamblea General de esta última Sociedad. En el comunicado se afirmaba además que, por las decisiones del 8 de febrero, la Editorial, la Clínica y el Edificio del Goetheanum habían sido incorporados dentro del “organismo global de la Sociedad Antroposófica General”. Los miembros sólo podían entender que se trataba de la Sociedad de la Asamblea de Navidad. La gran mayoría ni siquiera sabía de la existencia de la Sociedad del Edificio del 8 de febrero. Rudolf Steiner murió ocho días después de la publicación de este Comunicado.

El 29 de diciembre de 1925 se celebró la primera Asamblea General Extraordinaria de la Asociación Civil (Verein) “Sociedad Antroposófica General”. Todos los miembros de la Sociedad de la Asamblea de Navidad (Sociedad Antroposófica) fueron invitados. Durante esta Asamblea General Extraordinaria, así como en su programa impreso, no se hizo ninguna diferenciación entre las dos Sociedades. Por lo tanto, la invitación a la Asamblea de la Verein “Sociedad Antroposófica General se hizo como si se tratara de una Asamblea de la Sociedad Antroposófica (la Sociedad de la Asamblea de Navidad). Ocurrió de esa manera porque el sentido de la Notificación del Vorstand del 22 de marzo de 1925 (ver arriba) hizo que los miembros supusieran que había una sola Sociedad, y que todos los 12.000 miembros de la Sociedad Antroposófica eran miembros de ella. Esto selló la fusión de facto de las dos Sociedades y, en la práctica, la desaparición de la Sociedad de Navidad de 1923. La organización preparada por Rudolf Steiner y el registro legal firmado por él el 8 de febrero de 1925 quedaron así anulados. Los miembros de la Sociedad Antroposófica de la Asamblea de Navidad de 1923 fueron incorporados a una Verein centralizada sin que ellos siquiera lo supieran. El Vorstand tenía ciertos poderes que los Estatutos de la Sociedad de 1923 no le daban, por ejemplo, la expulsión de miembros sin necesidad de explicar el motivo.

Algunos miembros objetaron, diciendo: "Eh, estos no son los estatutos que aprobamos en la Asamblea de Navidad". El Vorstand sostuvo que esos estatutos expresan los principios por los que vivimos y trabajamos, pero estos estatutos (los estatutos de la Sociedad del Edificio de 1925) son los registrados legalmente, a los que debemos adherir siempre de aquí en adelante. Caso cerrado.

En aquellos días (1969) las tarjetas de membresía aparentemente solo estaban en alemán, incluso en Argentina, como se ve en la de la imagen arriba. En ella se lee:

“Frank Thomas Smith es considerado miembro de la Sociedad Antroposófica por el grupo Sociedad Antroposófica en la Argentina (firmado Domingo Pita) y por el Goetheanum (firmado Rudolf Grosse).

En la actualidad también están en español, pero el texto es el mismo.

En el reverso de la tarjeta está impreso lo siguiente, también en alemán (ver imagen abajo):* “Si el titular de esta tarjeta fallece o abandona la Sociedad, la ‘Sociedad Antroposófica General’ Dornach se convierte en propietaria de la tarjeta y solicita que sea devuelta. Esta tarjeta no es en ningún caso transferible a otras personas”.*

Por lo tanto, las dos Sociedades Antroposóficas –la real en el anverso y la artificial en el reverso– están incluidas en la misma tarjeta. ¿Cómo puede ser? Fácil: el anverso de la tarjeta fue diseñado por Rudolf Steiner y se refiere a la Sociedad Antroposófica real fundada en la Asamblea de Navidad de 1923. El reverso fue impreso posteriormente por la Sociedad Antroposófica General, indicando que, aunque esta tarjeta reconoce a la persona como miembro de la Sociedad Antroposófica, es la Sociedad Antroposófica General quien es responsable de la Administración de la misma y a quien pertenece realmente la tarjeta. Es una admisión de que existían dos Sociedades. Esta contradicción existe hasta hoy. ¿Nadie se ha dado cuenta?

Luego está la situación de la Escuela Libre para la Ciencia Espiritual. El objetivo principal de la Sociedad Antroposófica era hacer posible el funcionamiento de la Universidad Libre (o Escuela, si se prefiere) de Ciencia Espiritual. Se trataba de una Escuela Esotérica de iniciación y, en un principio, se había planeado que tuviera tres “clases” correspondientes a los niveles de desarrollo esotérico. Pero Rudolf Steiner murió prematuramente a la edad de 64 años (envenenado o no) sin haber podido completar ni siquiera la Primera Clase. Sin embargo, en cierto modo eso sigue siendo mucho: diecinueve lecciones, más lecciones repetidas. Tras la muerte de Steiner, el Vorstand no sabía qué hacer con las lecciones de la Primera Clase, que habían sido registradas por taquígrafos competentes y estaban siendo transcriptas al alemán estándar y publicadas por Marie Steiner y sus colaboradores.

Finalmente decidieron hacer como si la escuela esotérica todavía existiera, aunque solo fuera en forma de diecinueve lecciones. Rudolf Steiner había insistido en que las conferencias debían ser impartidas únicamente por él a quienes eran miembros de la Sociedad Antroposófica desde hacía al menos dos años, habían solicitado ser miembros de la Escuela Libre y habían sido aceptados por el propio Steiner o por Ita Wegman. No permitía que se tomaran notas, excepto de los mantras para poder meditarlos más tarde.

Sin embargo, las lecciones impresas de la Clase sólo fueron puestas, por el Vorstand, a disposición de los así llamados “lectores”, quienes sólo podían leérselas, en los diferentes lugares, a grupos de miembros de la Escuela Libre. La Nachlass (la organización de Marie Steiner), que poseía los derechos, también las vendía a personas de confianza (no necesariamente miembros de la SAG) sólo para su estudio personal. Yo mismo les compré los cuatro volúmenes (número 128) en 1986.

¿Por qué se procedió de esa manera? Cuando estábamos redactando el “Memorando” en 1986, pensamos que podría deberse a que ciertos miembros del Vorstand querían conservar el poder. Pero ese era un motivo endeble, y tuvimos que admitir ante nosotros mismos que no lo sabíamos. Ahora, mientras escribo esto, sigo sin saberlo.

Puede ser que los miembros responsables del Vorstand actuaran con buenas intenciones, sintiendo que dos Sociedades podrían haber sido posibles si Rudolf Steiner todavía estuviera vivo. Pero sin él, los miembros no entenderían ni aceptarían la existencia de dos Sociedades, de las cuales sólo una tendría validez legal.

Aún así, el engañar a los miembros de esa época, y a los del futuro, al proceder de esa manera ciertamente no es aceptable dentro de los límites morales de las “buenas intenciones”. Al fin y al cabo, una Sociedad Antroposófica artificial no es la verdadera, así como la inteligencia artificial no es inteligencia real, aunque se piense que son igualmente buenas o incluso mejores.

¿Qué se puede hacer al respecto? Cuando estábamos investigando la situación en los años 80, pensábamos que, si se había hecho algo incorrecto, se lo debería corregir organizando dos sociedades como Rudolf Steiner originalmente pretendía. Pero ahora no estoy tan seguro. Sin Rudolf Steiner y su Escuela Esotérica, no se puede realmente recrear el pasado. Tal vez sería mejor no alborotar las aguas, dejar el Goetheanum con su SAG tal como es: un museo —como dijo recientemente un amigo suizo; un museo muy atractivo, donde se llevan a cabo diversas actividades valiosas. Solo que la Escuela Esotérica no es una de ellas. La población antroposófica baila feliz en brazos de Ahriman al son del Zoom u otros trucos de la Internet. La Inteligencia Artificial no puede estar muy lejos en la Sociedad Antroposófica Artificial.

Traducido del inglés: Federico Halbrich

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