Una visita a las estrellas

 

por Frank Thomas Smith

 

Una noche Nicol�s y su hermanita Carolina estaban sentados en el prado cerca de su casa junto al bosque. El cielo sobre sus cabezas parec�a una capa de seda negra incrustada de joyas brillantes.

-�Cu�ntas estrellas hay en el cielo, Nico? -pregunt� Carolina.

-Muchas.

-S�, ya veo. �Pero cu�ntas? -insisti�.

-Millones de millones. Nadie lo sabe.

-Podemos contarlas�

Nicol�s se ri�.

-Bueno, cu�ntalas t� y luego dime cu�ntas son.

-A ver�-dijo Carolina levant�ndose para estar m�s cerca de las estrellas y empez� a contar-. Una, dos, tres, cuatro, cin...Oh no, a �sa ya la hab�a contado.

-No ves, tonta, -dijo Nicol�s-. Nunca vas a poder contarlas. Ni siquiera los cient�ficos con sus telescopios pueden.

Carolina se sent� de nuevo en el pasto algo decepcionada. Despu�s de un rato pregunt�:

-Nico, �qu� es una constali�n?

-�Constali�n? -Nicol�s la mir� perplejo-. Ah, ya s�, quieres decir constelaci�n.

-Claro, constelaci�n -confirm� Carolina.��

-Bueno, dijiste otra cosa.

-�No sabes lo que es?

-Por supuesto que s� lo que es una constelaci�n -dijo Nicol�s-. Lo que no s� es qu� es una constali�n.

Carolina le peg� en el hombro:

-�Eres malo! -le dijo.

-Pues s�, como mi constelaci�n.

-�Tu constelaci�n?

Nicol�s sonri�:

-Todos tenemos una constelaci�n; incluso t� tienes una. 

-�De veras, Nico?

-Claro que s�.

-�Qu� es una constelaci�n? Vamos, d�melo -le pidi� Carolina.

-Son como dibujos formados por las estrellas. Mira, all� est� la m�a: Aries �respondi� Nicol�s se�alando hacia el cielo.

-�D�nde? -le pregunt� su hermanita, poni�ndose de nuevo de pie-. �Y qu� es un Aries?

-Es un carnero feroz.

-Yo no veo ning�n carnero -protest� Carolina.

-�Ves las tres Mar�as? �dijo su hermano se�alando con el dedo.

            -S�, a esas las conozco.

             -Bueno, si sigues la l�nea de las tres Mar�as hacia la derecha y hacia arriba -traz� con su dedo una l�nea imaginaria en el cielo- llegas a cinco estrellas que forman un arco. �Lo ves?

             -S�, creo que s� -exclam� Carolina.

             -Esa es Aries, mi constelaci�n,

             -Es verdad que parece un carnero -le dijo la ni�a con una sonrisa-. Ahora s� porque tienes la cabeza dura. �Cu�l es mi constelaci�n?

             -La tuya es Piscis, pero no s� d�nde est�. De cualquier manera, mucha gente dice que todo es una superstici�n, eso de las constelaciones.

             -�Qu� es una superstici�n, Nico?

            Nicol�s suspir� como si estuviera cansado de las eternas preguntas de su hermanita, pero en realidad le gustaba demostrar lo que sab�a por tener tres a�os m�s que ella.

             -Es algo que la gente cree pero no es cierto, como una ilusi�n.

             -�No es cierto lo de las constelaciones, entonces? -le pregunt� Carolina, sorprendida.

             -Supongo que no, pero no s�.

            -�Cu�l es la constelaci�n de Pap�? -pregunt� la ni�a.

             -Escorpio -dijo Nicol�s. -Creo que es esa con la cola larga.

             -Seguro -dijo Carolina.

             -�Por qu� seguro?

             -Porque parece un escorpi�n. �No ves?

             -Mmm...Cierto.

             -�Y la de Mam�?

             -C�ncer. Pero tampoco s� d�nde est� �agreg� Nicol�s.

             -Pero c�ncer es una enfermedad -rebati� Carolina.

             -No, esta no tiene nada que ver con la enfermedad. Es un cangrejo. Son todos animales, �sabes?

             -�Y hay m�s?

             -�M�s? -se ri� Nicol�s-. Hay muchas, pero s�lo hay doce en el... zod�aco, creo que se llama.

             -�Qu� es el zod�aco?

             -Es como un cintur�n hecho de estrellas all� en el cielo -contest� Nicol�s antes de que ella pudiera terminar-. Todos tenemos una de las constelaciones del zod�aco seg�n el mes de nuestro nacimiento.

             -�Qu� lindo! -dijo Carolina-. �C�mo se llaman las dem�s constelaciones?

             -No s� -dijo el muchacho-. Lo sab�a, pero me olvid�. De cualquier manera no tiene importancia, si es una superstici�n.

            Carolina se qued� pensativa sin decir nada durante mucho tiempo; mucho tiempo para ella, es decir.

            -�Nico! -exclam� finalmente-. Apuesto a que el Hombre Estrella[1] sabe todos los nombres y d�nde est�n.

             -Mmm� -murmur� Nicol�s-. Es posible.

             -�Alguien me llam�? -dijo una voz profunda desde la espesura del bosque detr�s de los ni�os. �stos se pusieron de pie y miraron hacia atr�s. Y all� estaba el Hombre Estrella en persona -un hombrecillo no m�s alto que Nicol�s-, dirigi�ndose desde el bosque hacia ellos. Vest�a una t�nica blanca con una estrella de oro de seis puntas sobre el pecho, medio oculta por la larga barba blanca.

            Los ni�os se pusieron muy contentos al verlo, y las caras de los tres se iluminaron con una gran sonrisa.

             -�Qu� bueno que viniste! -exclam� Carolina-. Seguramente t� conoces los nombres de las constelaciones y d�nde est�n ubicadas.

             -Desde luego -dijo el hombrecillo.

             -�Nos las puedes mostrar? -le pregunt� la ni�a-. Nicol�s no las conoce todas.

             -Con mucho gusto �respondi� el Hombre Estrella y, poniendo los dos me�iques en la boca, silb� fuerte tres veces.

            Imag�nense la sorpresa de los dos ni�os cuando vieron aparecer desde el cielo un caballo rojizo con alas blancas.

             -�Me llamaste, Hombre Estrella?  -pregunt� el caballo.

             -S�, Pegaso. Estos dos amiguitos m�os quisieran visitar las constelaciones  -contest� el hombrecillo y, dirigi�ndose a los ni�os, dijo-: Pegaso tambi�n es una constelaci�n.

             -�Todas? -pregunt� Pegaso con cara de preocupaci�n.

             -Bueno, eso tardar�a demasiado -dijo el hombrecillo-. Creo que les interesan m�s que nada las del zod�aco. �No es cierto, amiguitos?

             -S�, se�or, s�lo las del zod�aco -contest� Nicol�s, que no estaba tan seguro de querer visitar las constelaciones.

             -Bueno -asinti� Pegaso-, monten sobre m�.

            -Much�simas gracias -le dijo el hombrecillo a Pegaso-. Vamos, Carolina, te ayudar� a montar.

            Carolina puso su pie en la palma de la mano del hombrecillo y �l la levant� hasta el lomo del caballo como si fuera una pluma. Luego hizo lo mismo con Nicol�s, que se sent� adelante de su hermana. Ella lo tom� de la cintura.

             -�Listos? -pregunt� el caballo alado.

            -�Listos! -contest� por ellos el hombrecillo desde el suelo, y el caballo alado levant� vuelo.

             -�A qu� constelaci�n quieren ir primero? -les pregunt� Pegaso cuando ya estaban volando por encima de las nubes.

             A..A..Aries -le contest� el muchacho. (Nicol�s sinti� miedo al principio, pero poco a poco se dio cuenta de que el viaje sobre el lomo de Pegaso era muy c�modo, no como si estuvieran galopando sobre la tierra.)

             -Bueno -dijo Pegaso sin mucho entusiasmo-. Ojal� que no est� de mal humor hoy. Cierren los ojos, ni�os, ahora vamos a volar rapid�simo.        

 

Algunos minutos despu�s aterrizaron sobre una pradera llena de flores rojas y los dos pasajeros desmontaron.

             -�D�nde estamos? -pregunt� Nicol�s.

             -En la constelaci�n de Aries, por supuesto -le dijo Pegaso-. Miren, �all� est�!

             -�Qui�n? -pregunt� Carolina asustada.

            -Aries -contest� Pegaso y apunt� con una pata hacia una colina cercana sobre la cual un enorme carnero estaba parado mir�ndolos con ojos rojos de ira. De repente, el carnero dio unas coces con las patas traseras y se lanz� a la carrera hacia una roca. En lugar de detenerse al llegar, la embisti� con sus cuernos curvados y la hizo estallar en mil pedazos.

             -Me parece que no est� de muy buen humor -murmur� Carolina.

             -Oh, eso no es nada -dijo Pegaso-. Est� jugando no m�s. Bueno, �quieren esperar aqu� hasta que lleguen las dem�s constelaciones? Yo me tendr�a que ir�

             -�Esperar aqu�? -exclam� Nicol�s.

             -S�, es un lugar muy agradable; hay bosques, r�os, monta�as y muchas estrellas.

             -�Y cu�nto tiempo hay que esperar?

             -Una constelaci�n por mes -le contest� Pegaso-. Hay doce en total.

             -�Un a�o! -exclam� Nicol�s-. Oh no, no podemos esperar tanto, tenemos que ir a la escuela y...

             -�y Mam� y Pap� estar�an preocupados -a�adi� Carolina.

            El caballo alado suspir�.

-Bueno, los llevar� a las otras constelaciones, entonces, pero debemos apurarnos, porque tengo que estar de vuelta en mi lugar antes de que alg�n astr�nomo se d� cuenta de que he desaparecido y arme un esc�ndalo.

             -�Por qu� un esc�ndalo? -pregunt� Nicol�s.

             -Qu� s� yo... dir�n que es el fin del mundo o algo por el estilo.

             -�Ud. tiene su propia constelaci�n, Sr. Pegaso? -pregunt� Carolina.

             -Por supuesto, ni�a � le contest� el caballo algo ofendido-. Soy Pegaso.

             -�Vamos a visitar su constelaci�n, entonces?

             -No, porque s�lo tenemos tiempo para visitar las constelaciones del zod�aco, y yo no estoy all�.

            Carolina le pregunt�, entonces, por qu� cada persona tiene "su" constelaci�n.

             -Es una manera de hablar �le explic� Pegaso-. Antes de nacer en la Tierra, cada persona pasa por una de las constelaciones en su viaje por las estrellas desde el cielo hasta la panza de su mam�. Al pasar, adquiere alguna caracter�stica de la constelaci�n.

             -�Entonces Nicol�s es como un carnero?

             -Un poquito, quiz�s. �O no es as�?

             -Un poquito mucho, creo - dijo la ni�a-. Pero Nicol�s es bueno.

            -Claro que s�, y fuerte...Ahora, �listos? �dijo Pegaso y sin esperar respuesta levant� vuelo desde Aries.  

            Volaron entre las estrellas hasta que Pegaso grit�:

����������� -�Cuidado, vamos a descender!

                                               

Aterrizaron en un campo de hierba amarilla en el que pastaba un toro dos veces m�s grande que Aries. Al notar que alguien estaba en su campo, el toro levant� la cabeza, parpade� tres veces, decidi� que la visita no era tan interesante y volvi� a pastar.

             -Ese es Tauro -explic� Pegaso.

             -�Un toro! -dijo Carolina-. �Es peligroso?

             -Oh, no. Tauro es un caballero. S�lo si lo molestas mucho se enoja. Entonces s� puede ser peligroso.

            Sin desmontar, se quedaron observando a Tauro un buen rato, pero el toro ni siquiera volvi� a levantar la cabeza.

 

Encontraron la pr�xima constelaci�n en el medio de un bosque soleado. La sorpresa de los ni�os fue grande cuando vieron a dos ni�os bailando juntos en un claro del bosque mientras tocaban una melod�a en sus flautas dulces.

             -Ahora estamos en la constelaci�n de G�minis -dijo el caballo alado.

            Los ni�os desmontaron.

����������� -�Qui�nes son esos ni�os? -pregunt� Nicol�s.

            -�D�nde est� el g�minis? -quiso saber Carolina.

            -G�minis quiere decir mellizos -aclar� Pegaso-, y esos dos ni�os son los mellizos. Se llaman Castor y P�lux, pero no s� cu�l es cu�l porque son id�nticos.

            Los mellizos dejaron de bailar cuando vieron a nuestros amigos, y uno de ellos,  Castor o P�lux, yo tampoco s� diferenciarlos, exclam�: ���������

����������� -�Mira, tenemos visita!

            -Y qu� visita -dijo el otro-. Dos ni�os y un caballo alado. Es un misterio.

            -S�, un misterio, pero vamos a resolverlo.

            -Seguro. F�jate, uno debe ser Pegaso, por ser un caballo con alas, una constelaci�n como nosotros.

            -Pero no del zod�aco.

            -Por supuesto que no.

            -Y los otros deben ser ni�os de la Tierra, porque...

            -�porque -interrumpi� el otro mellizo- el muchacho tiene el gorro puesto al rev�s y el �nico lugar donde har�an una cosa tan extra�a es la Tierra.

            -Correcto. Misterio resuelto �y diciendo esto, los dos saludaron con las manos y se pusieron de nuevo a bailar.

             -Qu� inteligentes son -coment� Carolina-. Pero me dijiste que las constelaciones son todas animales, Nico.

             -Bueno, eso es lo que cre�a.

             -No, no todos somos animales -dijo Pegaso-. Pero la pr�xima s�, y es un animal bastante extra�o.

             -Son todos extra�os -dijo Nicol�s.

           

Aterrizaron en una playa. Las olas del mar romp�an sobre la arena y cubr�an las patas del caballo.

            -�D�nde est� el animal? -pregunt� Nicol�s-. Yo no veo ninguno.

             -Est� en el agua. Esperemos la pr�xima ola. Es muy curiosa, as� que seguro que vendr�.

            La pr�xima ola deposit� un cangrejo - o mejor dicho una cangreja - a sus pies. Sus pinzas se abrieron y cerraron en un saludo.

            -Oh -exclam� Carolina-, debe ser C�ncer, la constelaci�n de Mam�.

            -S� -confirm� la cangreja con voz suave-, soy C�ncer y me encantan los ni�os. �Quieren ba�arse?

            -Es muy amable de su parte, Se�ora -interrumpi� Pegaso- pero todav�a tenemos ocho constelaciones para visitar y yo debo estar...

            -Bueno, bueno, pero abr�guense bien, ni�os, no vayan a resfriarse -dijo C�ncer y regres� al mar dentro de una ola.

            -Qu� amable es -coment� Carolina mientras volaban hacia la pr�xima constelaci�n.

                        

Esta vez el caballo alado aterriz� en medio de una extensa y hermosa sabana, causando conmoci�n entre las gacelas y las liebres, que huyeron raudas como el viento. Un animal que descansaba junto a una laguna, en cambio, permaneci� imp�vido; los mir� con altivez y lanz� un rugido tan fuerte que los ni�os casi se caen del lomo de Pegaso.

            -�Es un le�n! -grit� Nicol�s-. Mejor nos vamos.

            -No, no, Rey Leo es un amigo -sonri� Pegaso-. Hay que demostrarle respeto, no m�s.  Buenos d�as, majestad �agreg�, saludando al le�n.

            -Buenos d�as, majestad -repitieron los ni�os al un�sono.

            -Buenos d�as -rugi� Leo suavemente-. Os damos la bienvenida.

            -Os agradecemos, majestad -dijo Pegaso-. He venido con estos dos ni�os en una corta visita a vuestro reino. Ahora, con vuestro permiso, continuaremos el viaje.

            -Ten�is nuestro permiso -contest� Leo. Y cerr� los ojos para continuar su siesta.

           

            Pegaso tuvo que buscar un lugar despejado para aterrizar en la constelaci�n de Virgo, porque casi todo el suelo estaba cubierto de trigo.

            -�Miren! -exclam� Carolina- �Por fin una mujer!

            Una mujer de cabellos de oro, la m�s bella que jam�s hab�an visto, se dirig�a hacia ellos. En su brazo derecho llevaba una gavilla de trigo y la segu�a un gato del color de las espigas.

            -T� eres Pegaso, si no me equivoco -dijo Virgo-. �Y estos dos ni�os?

            -Son de la Tierra, amigos del Hombre Estrella.

            -Est� bien -dijo la bella mujer con tono fr�o-. No tengo tiempo para conversar porque tengo que organizar la cosecha -y dando media vuelta, desapareci� en el trigal.

             -Debe estar muy ocupada -dijo Carolina, a quien le hubiera gustado hablar un rato con ella.

             -Siempre est� ocupada -murmur� Pegaso ofendido y, sin m�s, levant� vuelo-. La pr�xima anfitriona no es as�, gracias a Dios.

           

Ten�a raz�n el caballo alado.

            -�Ah, amigo Pegaso! -exclam� la bella muchacha. Llevaba el cabello azabache recogido en dos largas trenzas y sosten�a en su mano izquierda una balanza de platillos-. �Qu� amable de tu parte venir a visitarme! Bienvenidos, hermosos ni�os �Qu� les puedo ofrecer? �Una infusi�n, tal vez? No, apuesto a que los ni�os preferir�an un vaso de leche o quiz�s una gaseosa. �Y un plato de avena para ti, Pegaso?

Antes de que pudieran contestar, la joven mir� la balanza y dijo: -�Epa!, el platillo derecho est� otra vez en baja. �Tienen algo muy liviano para poner en el platillo izquierdo?

            Nicol�s y Carolina se miraron.

����������� -Yo no tengo nada -dijo el muchacho.

            -�Espera! -replic� su hermana y, desatando la cinta roja que sosten�a su cabello en una cola, se la ofreci� a Libra-. Es de seda �le dijo.

            Libra la coloc� sobre el platillo izquierdo de la balanza, y �ste baj� un poquito.

������������ -�Perfecto! �dijo Libra sonriendo-. Te agradezco inmensamente, querida. Yo tambi�n quiero darte un regalo �agreg�, y quit�ndose una hebilla que llevaba en una de las trenzas, se la ofreci� a Carolina. A la ni�a le brillaron los ojos al ver que ten�a la forma de una balancita de oro.

������������ -Muchas gracias, Libra �dijo, y se puso la hebilla en el pelo, donde antes hab�a estado la cinta.

             -Tenemos que irnos ahora, ni�os -dijo Pegaso, y los peque�os montaron de un salto sobre su lomo. (No necesitaron ayuda porque la gravedad casi no existe en el cielo.)

             -Adi�s, amigos -les grit� Libra-. Vengan a visitarme m�s a menudo. Y no se dejen asustar por mi vecino, que no les va a hacer nada si no lo pisan.

             -�Qui�n es el vecino de Libra? �le pregunt� Nicol�s a Pegaso mientras volaban sobre un desierto.

           

Ah� est�, respondi� el caballo alado y descendi� entre dos cactus en flor.

             -�D�nde? -pregunt� Carolina-. Yo no veo nada excepto arena y cactus.

             -Es Escorpio -respondi� Pegaso-. Mejor no desmonten porque est� casi debajo de mis patas.

            Los ni�os miraron hacia abajo y vieron un escorpi�n levantando su cola ponzo�osa hacia ellos. Era casi del mismo color de la arena y por eso no lo hab�an visto.

            -Estos son ni�os de la Tierra �le explic� Pegaso a Escorpio-,

amigos del Hombre Estrella.

            -Me pregunto por qu� no anunciaron su visita de antemano -refunfu�� Escorpio.

            -Fue por el apuro que ten�amos �se excus� Pegaso.

           -Bueno, quiz�s quieran ayudarme -dijo Escorpio, aparentemente satisfecho con la explicaci�n-. Estoy construyendo un canal subterr�neo para irrigar el desierto.

            -Con mucho gusto te ayudar�amos, pero estos ni�os quieren ver las dem�s constelaciones y tenemos poco tiempo.

            -Si prefieren perder el tiempo en visitas in�tiles en vez de participar en un proyecto de suma importancia para el universo, me despido de Uds �dijo Escorpio cortante,y desapareci�.

            -�Ad�nde se fue?  -pregunt� Carolina.

            -Qui�n sabe -dijo Pegaso-. Es una constelaci�n extra�a. Personalmente, prefiero la pr�xima.

           

������� No fue dif�cil para los ni�os entender por qu� su amigo Pegaso

prefer�a a Sagitario antes que a Escorpio.

���������� Hab�a aterrizado en un hermoso campo de hierba verde y �rboles altos y frondosos y, enseguida, al galope lleg� a recibirlos el due�o de la constelaci�n: Sagitario, medio caballo, medio hombre.

            -Hola, Pegaso -salud� amablemente-. Tanto tiempo sin verte. �Has decidido ,por fin, convertirte en medio-hombre como yo? �agreg�, se�alando a los ni�os montados sobre el lomo del caballo alado y riendo alegremente.

            Pegaso tambi�n se ri�.

����������� -No, amigo, estos ni�os volver�n a la Tierra hoy mismo. As� que todav�a no puedo ser medio-hombre.

            -�L�stima! Bueno, cuando cambies de idea av�same y te encontraremos unas estrellas para formarte la parte de arriba del cuerpo. Y ahora, �adi�s!, me voy a cazar -y sali� al galope con su arco y flecha listos para disparar.

           

Capricornio, la cabra, no dej� de masticar ni un instante durante la visita de nuestros amigos. Los salud� con una inclinaci�n de cabeza, pero parec�a estar meditando sobre otra cosa. Cuando levantaron vuelo hacia la pr�xima constelaci�n, la vieron subiendo la ladera rocosa de una monta�a con paso lento pero muy seguro.

             -Cabra simp�tica -opin� Nicol�s.

             -S�  -coincidi� Pegaso-. No dice mucho pero es buena.

 

Aterrizaron luego en las afueras de una ciudad tropical. Un joven rubio y buen mozo parec�a estar esper�ndolos. Vest�a jeans y una camisa azul y llevaba un termo grande bajo el brazo derecho.

            -Ustedes deben tener sed -les dijo a los ni�os y verti� agua de su termo en una copa que ofreci� primero a Nicol�s-. Es el agua del futuro� del futuro cercano.

            Nicol�s tom� un sorbo y pas� la copa a su hermanita, que tambi�n bebi�.

-Mmm� deliciosa -dijo ella.

            -Me alegro de que les guste -dijo Acuario-. Ustedes son los primeros de la Tierra en beberla. Que vuestro futuro sea feliz. Ahora tengo que ir a la fuente por m�s agua. El termo est� casi vac�o.

            -Gracias, Acuario -le dijo Nicol�s al despegar.

             -S�, muchas gracias -repiti� Carolina.

 

Pegaso transport� a los ni�os hasta la orilla de un r�o y los dej� desmontar.

            -Piscis vendr� pronto  -dijo.

            Enseguida, un enorme pez apareci� en el r�o y se desliz� hacia la orilla, abriendo la boca:

            -Hola, Carolina �dijo-. T� no te acuerdas de m�, pero yo recuerdo muy bien que hace pocos a�os pasaste por mi r�o al nacer.

            -Encantada, Piscis -respondi� Carolina, que no sab�a qu� decir porque la verdad es que no se acordaba para nada.

            -Al verte por primera vez, me dije: "Ser� una buena ni�a y su hermano mayor, que no hace mucho pas� por otra constelaci�n, la va a ayudar a crecer".

            -Este es mi hermano, Nicol�s -dijo Carolina, sonroj�ndose ante el elogio de Piscis.

            -Encantado... �Uy! La corriente me lleva -exclam� Piscis-. Que te vaya bien, querida �dijo mientras la corriente lo arrastraba.

            -Bueno, hemos terminado, ni�os -dijo Pegaso-. Un a�o en una hora. Nunca hab�a volado tan r�pido. Ahora prep�rense para volver a la Tierra.

            -�Cu�l es la constelaci�n del Hombre Estrella? -le pregunt� Nicol�s una vez montados.

            -Todas -contest� Pegaso-. El Hombre Estrella es un personaje especial.         

           

Los ni�os cerraron los ojos y cuando los volvieron a abrir se encontraron de vuelta en el prado cerca de su casa. Desmontaron y cuando levantaron la vista para agradecer al caballo alado, �ste ya hab�a desaparecido.

            -Ten�a mucho apuro para volver a su lugar en el cielo -dijo Carolina-. �Pero qu� aventura maravillosa nos ofreci�!

            -S� -coincidi� su hermano-. Fue como un sue�o. Casi no puedo creer que realmente haya sucedido. Aqu� todo est� como siempre.

            Carolina, entonces, se llev� la mano a la cabeza y se quit� la hebilla de platillos de oro que le hab�a regalado Libra. Mir�ndola, ambos supieron que el viaje por las estrellas sobre el lomo del caballo alado hab�a sido real. 

 



[1]Durante una aventura que los hermanos vivieron anteriormente, conocieron al Hombre Estrella en el bosque. Esta historia est� relatada en "Aquel D�a en el Bosque".

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� Frank Thomas Smith