El Otro Tigre

Por Jorge Luis Borges



Pienso en un tigre. La penumbra exalta
La vasta Biblioteca laboriosa
Y parece alejar los anaqueles;
Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
�l ir� por su selva y su ma�ana
Y marcar� su rastro en la limosa
Margen de un r�o cuyo nombre ignora
(En su mundo no hay nombres ni pasado
Ni porvenir, s�lo un instante cierto.)
Y salvar� las b�rbaras distancias
Y husmear� en el trenzado laberinto
De los olores el olor del alba
Y el olor deleitable del venado;
Entre las rayas del bamb� descifro
Sus rayas y presiento la osatura
Bajo la piel espl�ndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
Mares y los desiertos del planeta;
Desde esta casa de un remoto puerto
De Am�rica del Sur, te sigo y sue�o,
Oh tigre de las m�rgenes del Ganges.

Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de s�mbolos y sombras,
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
Y no el tigre fatal, la aciaga joya
Que, bajo el sol o la diversa luna,
Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los s�mbolos he opuesto
El verdadero, el de caliente sangre,
El que diezma la tribu de los b�falos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficci�n del arte y no criatura
Viviente de las andan por la tierra.

Un tercer tigre buscaremos. �ste
Ser� como los otros una forma
De mi sue�o, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, m�s all� de las mitolog�as,
Posa la tierra. Bien lo s�, pero algo
Me impone esa aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no est� en el verso.



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