Cyd Charisse - Nunca habr� ninguna igual

 

 

Cyd Charisse (1921-2008)

 

No habr� ninguna igual

 

Por Jos� Pablo Feinmann

 

 

Nunca cre� que Cyd Charisse fuera real. Nunca cre� que una mujer as� pudiera existir. Ser�a indigno decir que me atra�a sexualmente. Tal cosa la habr�a transformado en una mujer real. Ella deslumbraba. Era tan perfecta que era lejana. Pero, �no estaba ah� el hechizo que ejerc�a sobre las audiencias? Med�a 1 metro 75, sin tacos. Ten�a un talle dilatado y elegante. Una cara bell�sima, unos ojos negros y, cuando se consagra en Cantando bajo la lluvia (1952), tiene el pelo negro cortito, alla gar�on, como Louise Brooks. Kelly se desliza por el piso de un danz�n y se detiene ante una pierna extendida.

  
Cyd Charisse and Gene Kelly

Esto ya es historia. Es la pierna de Cyd. Ella la descruza en un pase de v�rtigo, se pone de pie y empieza a bailar. Ese baile la consagr� para siempre. Al a�o siguiente, Fred Astaire. La pel�cula es Brindis al amor. No es posible describir ni calificar ni ponerle un adjetivo ni diez ni treinta y cuatro al pas des deux que hace con Fred en Central Park. Cyd tiene un vestidito holgado, de una tela leve que tiene el maravilloso don de bailar con ella. No saben (seg�n el plot de la peli) si podr�n, ella y Fred, bailar juntos. Porque ella viene del ballet cl�sico y �l es un tap dancer. De pronto, se detienen, se miran, empieza a sonar la melod�a de �Dancing In The Dark� y �se, precisamente �se, es el m�s perfecto, preciso, sofisticado y hermoso n�mero de baile que el cine ha producido. Astaire, con gran generosidad, hace todo lo que tiene que hacer para que ella se luzca.

 
Cyd Charisse and Fred Astaire

Y ella es vol�til, tan mujer, tan et�rea, tan excepcional bailarina que uno mira eso, eso que ha mirado a lo largo de los a�os, porque, debo decirlo, en ciertos momentos de dolor, o en otros en que mi idea de la condici�n humana o del paso del hombre sobre la tierra se tornaba oscuro, alimentado por un nihilismo sin regreso, he recurrido a esa danza de Astaire y Charisse, y al verlos, al mirarlos bailar como bailan supe que la perfecci�n exist�a, algo que no es un descubrimiento menor, y que si el mundo no se hizo s�lo para eso, �se es uno de los motivos que lo justifican. Suelo decir �un poco locamente� �hay que escribir como Argerich toca el piano�. No me atrever�a a decir �hay que escribir como Astaire y Charisse bailan �Dancing In The Dark��. Llegar a eso, nunca.

 

Cyd se hab�a formado en Les Ballets Russes y tuvo el talento �nico de llevar la t�cnica cl�sica a la comedia musical, sin resentir ninguna de las dos. Nunca hizo tap. Eso ya lo hab�a hecho Eleanor Powell mejor que ninguna y, en su �poca, no lo hac�a mal Ann Miller. En Brindis al amor hay un ballet final que se basa en una parodia de las novelas de Mickey Spillane. Astaire hace el Mike Hammer de turno y Cyd hace de rubia y de morocha. Cuando Astaire entra en ese lugar indeseable en que los peores g�ngsters de la ciudad se emborrachan y buscan chicas f�ciles, descubre a Cyd recostada contra la barra. Vincente Minnelli acerca a ella su C�mara. Cyd tiene la boca entreabierta, mira con perversa inocencia a Fred y tiene una capa negra que la cubre hasta el cuello. Y entonces sucede lo que sucede para la eternidad: ella abre esa capa, la desabotona con decisi�n, la deja caer a lo largo de sus hombros y emerge de ah� con un vestido rojo, unos guantes negros y largos y �no olvidemos esto� el vestido rojo es cort�n, abierto para que ella exhiba lo que todos queremos ver: sus legendarias piernas. No tiene sentido compararlas con las de Marlene Dietrich. Son dos personajes muy distintos. Cyd, creo, fue sobre todo una bailarina excepcional. Que, adem�s, ten�a unas piernas excepcionales. Ese n�mero que baila con Astaire en el cabaret es demon�aco y es ella la que en eso lo transforma. Es una mujer-demonio que amenaza al hombre y lo hace retroceder.
  
Cyd Charisse and Fred Astaire

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Hizo otras cosas. Una remake de Ninotschka en la que todos esperaban despedazarla compar�ndola con la Garbo. Error. Cyd estuvo brillante como actriz. Nos entreg� un acento ruso delicioso y hasta me atrever�a a decir casi, un cachito, mejor que el de Garbo. Tambi�n hizo un film mediocre, con el pesado de Dan Dailey, que se llam� Viva Las Vegas. Pero, en ese film, Cyd se despacha con un ballet basado en la canci�n �Frankie And Johnny� y lo que hace es una vez m�s imperecedero. Despu�s las comedias musicales agonizaron. Hizo una pel�cula con Nicholas Ray y otras cosas que pasar� por encima. Trabaj� mucho en Los Angeles, en Las Vegas y, en 1992, debut� en Broadway con una remake de Grand Hotel. Juro que hacia 1972 la vi en un telefilm en el que hac�a una bailarina madura y fracasada. Hay que buscarlo: no pude cerrar la boca durante todo el metraje. Era ya una notable actriz. Pero esta faceta se la negaron. No importa. Con lo que tuvo, no habr� quien pueda olvidarla. Se dir� que hoy todo se olvida, que el tiempo es velocidad, que todo es presente, que se borr� el pasado. Es posible. Pero �se no es un problema para Charisse. Ella es eterna. Y este mundo, si no sucumbre, buscar� en alg�n momento otra vez la eternidad. Ella, que fue uno de sus rostros, estar� ah�, donde habr�n de encontrarla siempre que la busquen.


 

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